JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Septiembre de 2012

¿Plena potencia de la subversión?

 

El término plenipotenciario tiene dos raíces latinas, que son plenus cuyo significado es pleno, y potens potencia. Los negociadores del gobierno colombiano en los diálogos que se celebrarán con las Farc recibieron esta investidura. Sería conducente saber si esta denominación delicada tuvo origen en el presidente Santos o en el nuevo comisionado de paz Sergio Jaramillo Caro pues la utilización del término entraña connotaciones jurídicas y políticas.

Tedioso como resulte el ejercicio para algunos es necesario recordar los antecedentes de la palabra. Desde época del Sacro Imperio Romano-Germánico, el título de embajador estuvo reservado al intercambio de representantes entre los grandes poderes que más adelante, en los tratados de Westphalia y Münster, tendrían la configuración de Estados soberanos. Los pequeños principados, con la excepción de la ciudad-Estado de Venecia, se hacían representar exclusivamente por plenipotenciarios. En un mundo sin sistemas inmediatos de comunicación, embajadores y plenipotenciarios debían disponer y transmitir ante gobiernos extranjeros plena potestad negociadora.

El Congreso de Viena de 1815 confirmó la distinción: los grandes poderes tenían embajadores y los medianosplenipotenciarios. Ambos representaban en el ámbito transfronterizo un gobierno ante otro. La distinción antipática se prolongó hasta la Segunda Guerra. Colombia, país medio, enviaba ministros plenipotenciarios, no embajadores. El primer colombiano a quien se le reconoció la investidura plena de embajador fue Jaime Jaramillo Arango, cuando Gran Bretaña en medio del asedio nazi a Londres elevó la categoría de todos los representantes asiáticos, africanos y latinoamericanos con el objeto de invocar la legitimidad amenazada.

Los plenipotenciarios fueron siempre representantes de un gobierno ante otro y más adelante de gobiernos ante organizaciones multilaterales. Sin embargo, en tiempos de comunicaciones distantes e imperfectas se hizo la salvedad para designar plenipotenciarios en lugares remotos e inaccesibles.

Así lo hicieron la corona británica y, por ejemplo, Holanda y Francia hasta la Segunda Guerra. Debe recordarse que la figura de la plena potencia fue definitivamente pervertida por Hitler y sus cómplices: en Italia el gobierno de facto alemán estuvo presidido por el plenipotenciario (bevollmächtiger) el criminal Rudolf Rahn. Otro genocida, Joseph Goebbels, fue nombrado por el Führer “Plenipotenciario para la Guerra Final” en 1944 y otro delincuente nazi aplastó a Holanda entre 1940 y 1945 bajo el título de plenipotenciario.

Cuando el apartheid llegaba a su fin en Suráfrica, el presidente Frederick de Klerk nombró plenipotenciarios en las negociaciones. La crítica sustentada no tardó pues se preguntó si De Klerk estaba postulando la coexistencia de dos gobiernos. La denominación cambió entonces a la de representantes.

El título plenipotenciario se ha reservado históricamente a la representación internacional. Su utilización moderna dentro de la esfera doméstica es advertida como anacrónica y riesgosa equivocación cuando las comunicaciones al instante permiten a quien otorga la supuesta plena potencia emitir instrucciones inmediatas. El uso  inadecuado del término durante la última conflagración mundial envenenó el linaje de la palabra por lo que muchas cancillerías terminaron por eliminarlo dentro de sus grados diplomáticos.

Los tonos desuetos y rimbombantes del discurso del actual cabecilla de las Farc podrán no hacerle daño al proceso que se inicia. Tampoco la ampulosa jerga greco-caldense como las vulgaridades con que el exvicepresidente Humberto de la Calle se ha referido -hurtándole majestad- al proceso aparentemente serio que despega.  Pero si se lo hace al país la admisión de que un grupo homicida y terrorista se haga representar porplenipotenciarios dentro de una negociación cuyo propósito tiene que ser la dejación de delitos multiformes.