JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 22 de Octubre de 2012

Escocia y Cataluña separadas

 

¿Escocia  y Cataluña independientes? Las reafirmaciones nacionalistas escocesa y catalana parecen destinadas a materializarse exactamente en el momento en que se marcha de este mundo el gran historiador Eric J. Hobsbawm. En el epílogo de su libro Nations and Nationalism since 1780 (Cambridge University Press, 1990) elevado a clásico en menos de veinte años, Hobsbawm sugiere que los términos nación  y nacionalismo no sirven ya para describir ni analizar las entidades políticas descritas como tales. Tampoco los sentimientos que alguna vez encarnaron.

También pronosticó el célebre historiador que el nacionalismo declinaría a la par con la nación-Estado y vio el búho de Minerva que trae sabiduría, como dijo Hegel, en vuelo crepuscular alrededor de naciones y nacionalismos. El libro de Hobsbawn  fue publicado antes de la eclosión de los nacionalismos que cohabitaron dentro de la antigua Yugoslavia.

El mundo se cohesiona con dificultad inmensa en bloques comerciales. Pero la realidad política representada por el concepto de nación-Estado muestra entrañar dimensiones fuertes y numerosas, incluso éticas y sociológicas. La justicia distributiva sigue anclada en esferas nacionales. Una justicia distributiva  transnacional que permita hacer la conexión del contribuyente sueco o alemán con el beneficiario de asistencia gubernamental griego o rumano no ha nacido. Muy bien las transferencias de ricos bávaros a sus connacionales de Schleswig-Holstein pero no a los distantes y abstractos hermanos europeos de la provincia griega.

Cataluña tiene una economía de tamaño cercano a la de Portugal (PIB de cerca de 260 millones de dólares en 2011). Escocia revela generar mayor empleo y tener productividad más alta que Inglaterra. Y aunque el nacionalismo catalán y escocés no tiene raíz económica, la actual crisis europea ha llevado a estas dos regiones a poseer finalmente su propia identidad dentro de un concierto europeo.

La globalización supondría el fenecimiento progresivo de los nacionalismos pero la intensificación del intercambio planetario ha hecho lo contrario. Ello es, corroborarlos y potenciarlos. Y así vienen apareciendo las expresiones abiertas de fermentos nacionalistas en Italia, Canadá, China o India. El mundo cibernético no borró, como llegó a pensarse, las líneas fronterizas.

Ha ocurrido un fenómeno distinto consistente en el acercamiento de comunidades nacionales. La sociedad civil internacional, afincada en ciertos valores -que fue el sueño imposible entretenido hasta hace dos décadas-, se gestó finalmente. Y estos valores -democracia, sociedad abierta, transparencia institucional- compartidos y multiplicados cibernéticamente, han propiciado ya una revolución como la árabe. El activismo institucional no gubernamental ha sido otro factor de proximidad inter-comunitaria.

El historiador Fernand Braudel postuló su teoría de los grandes ciclos históricos. Todo indica que nacionalismos y nación-Estado hacen parte de los ciclos de aliento extendido (longue-durée). Con nacionalismos moriremos y morirán generaciones venideras.

El acercamiento de grupos y sociedades no viene ocurriendo, como lo pensó Hobsbawm, con la evaporación de las diferencias nacionales. Que en su articulación, ajuste y expresión han provocado acritudes, enfrentamientos e incluso hecatombes humanas. El nacionalismo en su expresión genuina y faz diáfana es factor de riqueza, creatividad y crecimiento. Los bloques comerciales y económicos no sustituirán, por lo pronto, naciones-Estado ni la iniciativa política autóctona.

En Gran Bretaña, el primer ministro David Cameron acaba de brindar un ejemplo de civilidad al acordar un referendo que determinará la independencia de Escocia. Está por verse cómo se procederá entre España y Cataluña. Lo que está claro es que los nacionalismos no están llamados a marcharse sino a florecer y consolidarse en el marco de una comunidad internacional cada vez más estrecha y homogénea en valores.