¿Cuestión de amistad o de compromiso?
Si hay algo bien difícil de entender de la política colombiana es esa férrea defensa que los gobernantes y políticos terminan haciendo de sus “amigos” cuando éstos terminan en el ojo del huracán por actuaciones, por decir lo menos, extrañas.
De repente todos se excusan en la legalidad, como si un empleado del Estado estuviese en el mismo nivel de un ciudadano cualquiera, como si la ética pudiese pasar a un segundo plano cuando se entra a hacer parte del aparato estatal, que implica grandes responsabilidades y un desempeño basado en la pulcritud y transparencia.
O la situación puede repetirse simplemente por no hacer nada de nada, como bien lo demostró el ministro Andrés Uriel Gallego en el gobierno anterior. Nadie en este país habla de su gestión como algo importante, pero estuvo en el Gobierno contra viento y marea, hasta el final. Se mantuvo con una de las más tristes tasas de aceptación de su labor, de agache, como dicen por ahí.
Y lo que ocurrió esta semana con Miguel Peñaloza y su empresa familiar es quizá el ejemplo más deplorable de lo que es hoy día la política nacional. Si no hubiese sido por una columna de opinión, el país seguiría en medio de lo mismo, como si nadie se hubiese dado cuenta antes en el Gobierno de lo mismo, como si para ser ministro de este país se hiciesen menos averiguaciones que para ser cajero de un banco.
El problema es que para los ciudadanos de a pie, lo único importante es tener palanca, aunque sólo sirva para seguir sacándole plata al erario.
La esperanza para nosotros, los que no hacemos parte del Gobierno, debería ser la figura del control político que debería hacer nuestro flamante Parlamento. Pero evidentemente las posibilidades de que alguna vez la figura fuese funcional es cada vez más inalcanzable. No sólo porque hacen parte de la misma rosca de amigos, sino porque seguramente también tienen intereses en medio de esos discursos ocultos.
¿Qué nos queda? Nada. En medio de la situación a los colombianos nos toca seguir callados, esperando que la presión de los medios de comunicación pueda lograr algo al final. Fuera de eso quizá pensar un poco mejor sobre el próximo voto que depositaremos en las urnas, pero las esperanzas tampoco pueden ser demasiadas.
Mientras los habitantes de nuestro país mantengan tantas necesidades, seguiremos viendo a nuestros políticos manipulándolos a punta de tejas o tamales. Ha sido una constante a lo largo de muchos años, y las cosas no cambian.
@juandebecerra