De acuerdo con los datos más recientes del Dane, la tasa de desempleo juvenil en Colombia se sitúa en un preocupante 17.2%, lo que representa casi el doble de la tasa de desempleo general del 10.2%. Esto significa que, de 10.7 millones de jóvenes, más de 1.8 millones se encuentran sin trabajo.
La situación es aún más crítica en zonas rurales, donde el desempleo juvenil puede superar el 20%. Estas cifras ponen de manifiesto la urgencia de implementar políticas públicas que conecten a los jóvenes con el mercado laboral, especialmente en sectores estratégicos como la tecnología, el turismo sostenible y el emprendimiento.
Sin embargo, la desconexión entre el sistema educativo y las necesidades del mercado laboral es uno de los principales factores que contribuyen al desempleo juvenil. Los jóvenes se gradúan de programas académicos que no siempre están alineados con las demandas del mercado. Las empresas exigen experiencia previa, lo que crea un círculo vicioso para los recién egresados. La implementación de un modelo de formación dual como el de Alemania, puede ser clave para lograr que los jóvenes obtengan tanto conocimientos teóricos, como habilidades prácticas.
Ahora bien, Colombia ha dado pasos importantes para mejorar la empleabilidad juvenil, como lo demuestran la Ley de Emprendimiento (Ley 2069 de 2020) y la Ley de Turismo (Ley 2068 de 2020). Sin embargo, estas leyes necesitan ser desarrolladas para garantizar un verdadero impacto. Estas leyes representan avances en la promoción del empleo juvenil, pero aún hay trabajo por hacer. Requieren de incentivos adicionales para las empresas que contraten a jóvenes, y el desarrollo de programas de formación y capital semilla con asesoría técnica. Además, la Ley de Turismo debe fomentar el ecoturismo y el turismo verde, preparando a los jóvenes para los trabajos del futuro, especialmente en áreas relacionadas con la sostenibilidad y las tecnologías digitales.
Países como Singapur y el Reino Unido han implementado, con valiosos resultados, políticas que incentivan el emprendimiento juvenil, y sus lecciones podrían ser adaptadas en Colombia para mejorar la empleabilidad juvenil y el autoempleo.
Otra clave puede ser la incorporación de incentivos fiscales para empresas que fomenten un entorno laboral más inclusivo para los jóvenes, como lo han efectuado países como Estonia y Canadá, al promover políticas laborales adaptadas a las nuevas formas de trabajo.
Adicionalmente, es necesario desarrollar desde lo nacional y lo local, el impulso a los sistemas para la promoción del empleo juvenil, como el Servicio Público de Empleo, el Sistema Nacional de Cualificación, las rutas de empleabilidad, los incentivos fiscales a la generación de empleo nuevo, así como al emprendimiento juvenil, acompañados de asistencia técnica integral y de mentorías.
Colombia enfrenta una ventana de oportunidad clave. Si bien los desafíos del empleo juvenil son considerables, también lo es el potencial de la juventud para revitalizar el mercado laboral y la economía del país. El empleo juvenil no solo debe abordarse desde el punto de vista de la creación de trabajos, sino también desde la perspectiva del empoderamiento. Los jóvenes deben ser vistos como líderes, capaces de transformar industrias y comunidades. Si se les brinda el apoyo necesario, pueden liderar la innovación y el crecimiento sostenible que el país necesita.
Lamentablemente con la reforma laboral en curso, que no aborda los temas de empleabilidad, se pierde este camino; sin embargo, habrá que insistir. La oportunidad está frente a nosotros; no podemos dejarla escapar.