El Holomodor de Ucrania (Stalin, 1932-1933) 3.5 millones de muertos; la Revolución Cultural en China (Mao, 1966-1976), 400 mil muertos; el genocidio del Khmer Rouge en Camboya (Pol Pot, 1975-1979) con 2 millones de muertos y la revolución cubana (Castro, 1964-actualidad) y 5000 fusilamientos y asesinatos extra judiciales, son el resultado desastroso del comunismo y del nacionalsocialismo, hoy conocido como socialismo del siglo 21 o progresismo disfrazado de indigenismo, unigenerismo, untado de narcotráfico y proclive a la impunidad.
Somos el tercer país en conflictividad, después de Afganistán y de la República Democrática del Congo y el primer país productor de cocaína.
Las cifras que difieren entre las 6.000 víctimas de la CIDH, los 1.163 asesinados y 123 desaparecidos según el Centro de Memoria Histórica y las 4.616 personas ultimadas y 1.117 desaparecidas de acuerdo a la JEP, no nos dan claridad sobre la tremenda cantidad de muertos entre nosotros mismos debido a diferencias ideológicas. Y la reciente sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) sobre el genocidio de la UP (1985-1993), no solo ha servido para que los narcos terroristas farianos se autoproclamen como víctimas, sino que ha sido la excusa para que Petro salga a comparar el Estado colombiano con el régimen nazi: “(…) no hay diferencia entre el Estado Colombiano y el estado nazi, y que el nuestro no solo es asesino, sino es genocida (…), ayudó a matar a miles de colombianos simplemente porque eran de izquierda”. La verdad es que nunca hemos llegado a la civilidad plena y permanecemos con riesgo de aumentar el pico fratricida.
Fueron casi 300 los afiliados al partido nazi en Colombia, entre ellos once pilotos, operadores de radio y mecánicos de Scadta con sede en Barranquilla. Algunos fueron considerados “héroes nacionales” y hasta recibieron la Cruz de Boyacá, como el comandante Herbert Boy luego de su hazañoso desempeño en la guerra contra el Perú de 1932. Pero durante la Segunda Guerra Mundial, al menos 100 alemanes fueron confinados en el hotel Sabaneta, en Fusagasugá, de acuerdo a una lista negra enviada por US. Y que Hitler anduvo por Tunja y Paipa, según el escritor argentino Abel Basti, es algo que queda para la especulación histórica.
“Jaulas de la infamia” como las llamaron algunos o campos de concentración estilo nazi, fue lo que testimoniamos todos los colombianos al ver a nuestros soldados y policías rodeados por alambres de púas en el Caguán, luego de ser secuestrados y encerrados por sus captores, en cabeza del “Mono Jojoy”. Esos sí eran campos de concentración (*).
A pesar de que en la Escuela de Policía “Simón Bolívar” de Tuluá, se haya representado un “evento pedagógico” con uniformes y banderas nazis, en noviembre del 2021 que terminó con la baja de su director, declarar públicamente que Colombia es un estado nazi, es un despropósito mayor. Después de las fracasadas marchas del pasado martes, seguimos siendo un Estado digno y democrático, pero no nazi, hasta ahora. Solo nos queda recuperar la sensatez, la cordura y bajarle el volumen a la irracionalidad que nos mantiene tan polarizados, psicóticos y a punto de explotar.