Se ha vuelto una frase común, casi de cajón, la expresión salir de la caja. Para poder hacerlo, primero es preciso reconocerla.
Al igual que el pez en el acuario -que no se da cuenta de la existencia del vidrio y está tan acostumbrado a su medio que lo cree natural, sin imaginar siquiera el lago, el río o el mar- llevamos más de seis mil años metidos en una caja que, si bien ha tenido algunos dobleces, en el fondo es la misma; a veces se agranda, en ocasiones se achica: variaciones de forma. No la percibimos, pues está tan normalizada que nos parece que no hay otra forma de vivir y hasta la confundimos con la verdadera esencia del ser humano. Es la caja del patriarcado, cuyo contenido es la fragmentación, la competencia, la primacía de unos sobre otros, la exclusión. Y nos parece natural, pues muchos nos podemos mover fluidamente al interior de la caja. Mientras nos favorezca el statu quo todo va bien; pero, si las paredes de ese cofre nos aprisionan, podemos hacer consciencia de que tanta fluidez no es cierta. Si seguimos aletargados, nos reacomodaremos. Si estamos despiertos, querremos salir.
¿A alguna mujer de su familia le han pagado menos por hacer el mismo trabajo de un hombre? ¿A usted? ¿Ha experimentado frustración por ello? ¿A alguien conocido lo han discriminado por no vivir una vida heteronormada? ¿A usted? ¿O ha tenido que competir por un trabajo, que finalmente le han dado a alguien menos cualificado que usted, pero mejor relacionado? ¿Tiene un o una jefe que lo pisotea? ¿Es usted quien lo hace? ¿Le han dicho que así es la vida, los entornos corporativos? Sí, pareciese que el mundo es así. Nos estacionamos en Descartes, quien redujo la existencia al proceso mental; o en Darwin, con su idea de la supervivencia del más fuerte. Ese es el escenario que nos han vendido y que hemos comprado a ciegas, porque viene bien envuelto. A algunos les favorece, por supuesto; a un mínimo porcentaje de la población global. Es el universo de la espada, que perfora y saca, como en el fracking, como a la mujer que debe dar hijos, como a los recursos públicos o privados.
La caja patriarcal en la que aún estamos metidos, que nos ha servido para sobrevivir mas no para vivir, es herencia de los kurgos que llegaron al este de Europa provenientes del Cáucaso, cuatro mil años antes de nuestra era. Irrumpieron arrasando, cortando, penetrando, asesinando; no apreciaban el valor de la vida, propia ni ajena. ¿Les suena algo parecido a lo que ocurre hoy? Más que un tema de bandos, es de nivel de consciencia…