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Debido a un periodismo de oposición serio, osado e informado, Vicky Dávila empezó a ser señalada por la opinión como candidata a la Presidencia de la República. Lo tomó con responsabilidad, midió sus posibilidades, sopesó sus obligaciones con la democracia colombiana, renunció a la dirección de la revista Semana y se lanzó tras el más alto cargo de la Nación.
Lo ha hecho con dedicación, discreción e inteligencia. Y sigue avanzando: su nombre suena en los corrillos políticos y se le advierte como una esperanza ante el desorden y el silencio de las sorprendidas toldas políticas. Su manifiesta intención de alejarse “de los políticos de siempre” es un atractivo caballo de batalla, a pesar de que la generalización puede resultar injusta. En todos los partidos y fuerzas políticas organizadas se encuentra gente seria y preocupada por el destino de la patria. Y, por lo regular, hacer política sin políticos resulta ilusorio y difícil.
El profesor Wasserman, oportuno y lúcido, nos recordaba que “la supervivencia del Homo Sapiens se debe a la cooperación”. Esa fue la estrategia para la supervivencia colectiva. La democracia colombiana tiene que sacudirse el polvo del populismo para sobrevivir.
Por ahora, Vicky continua su atractiva gesta. Fue muy bien recibido su equipo económico y sus recientes declaraciones a la W y a RCN mostraron frescura y verticalidad. Sus antiguos colegas, a veces muy duros, no la pudieron sorprender.
Ahora bien, el inesperado Consejo de Ministros televisado que obligó a aplazar la entrevista de Vicky a RCN del martes 4 al miércoles 5 del presente mes, ¿fue convocado con ese propósito? El interrogante ronda en todas las conversaciones. Las casualidades no se dan con frecuencia en la arena política.
Lo cierto es que ni el Consejo de Ministro televisado, el discurso en la manifestación contra las altas tarifas eléctricas en Barranquilla ni el trino madruguero, son improvisaciones, ligerezas alcohólicas o dopajes. Obedecen a un designio del populismo que tiene a las redes sociales como su principal micrófono. Por eso, pasamos pendientes de los trinos de Petro o de las órdenes ejecutivas del presidente estadounidense Donald Trump.
Nuestros viejos partidos, nuestros viejos líderes, no están preparados para el mundo digital, “para las nuevas e inéditas formas de organización social” que condicionan nuevas formas de movilización política.
Hay que ponerse las pilas. En una provincia de la Unión Europea surgió una colectividad a la que no se le vaticinaba cauda electoral. Sus líderes no daban declaraciones ni convocaban mítines, solo hacían visitas. Pero cada uno de los visitados debía tener, por lo menos, 900 contactos digitales. Se convirtió en fuerza importante.
Frente a la espontaneidad de Vicky, los otros candidatos están muy adocenados, muy formalitos, sin el arrojo de los líderes. Varios tienen buenas cifras en las encuestas: José Manuel Galán y Miguel Uribe Turbay, por ejemplo. Ambos tienen madera de dirigentes modernos. Pero ya es hora de que se aflojen el nudo de la corbata.