Muchas niñas y niños tienen un dispositivo inteligente que siempre los acompaña. Y aunque hay actividades como la creación de contenido, la interacción social positiva y la búsqueda de información que pueden tener efectos beneficiosos, la verdad es que pasan excesivo tiempo en plataformas de contenidos (como TikTok y YouTube), en videojuegos y en redes sociales, donde están expuestos a un consumo pasivo, a comparaciones sociales negativas y contenidos inapropiados. Además de los riesgos asociados a contactos con personas malintencionadas, extorsiones y acoso, que no son menores, hay evidencia contundente de las repercusiones en la salud mental de los menores de 18 años, ya que aumenta la depresión, ansiedad y los problemas de atención. Las tácticas como el scroll (desplazamiento) infinito, las notificaciones, los “me gusta” y los algoritmos que usan estas plataformas son trampas para mantenerlos cautivos, por no decir adictos.
A buena hora Uncoli (Unión de Colegios Internacionales) tomó la decisión de sacar los celulares de sus aulas, de sus recreos y de sus rutas escolares. En otros colegios que han adoptado decisiones similares, en los que han considerado las diferencias individuales (edad, contexto social y las vulnerabilidades preexistentes), nos han reportado una mejora del clima escolar, y también de aceptación por parte de mamás, papás, profesores y… de estudiantes. Quién lo hubiera imaginado.
Animamos ahora a las familias a que reescriban sus normas. Algunas pueden ser: evitar el uso de estos dispositivos en celebraciones, en las comidas y a la hora de dormir. Acordar su uso para que realmente aporte al aprendizaje y al crecimiento, acompañados del buen ejemplo y un adecuado monitoreo.
La entrega de un dispositivo a un adolescente debería ser como la del pase de conducir a un aprendiz: a la edad adecuada y con restricciones que faciliten su protección. Hay que establecer en conjunto unos límites claros al uso de dispositivos al tiempo que se promueve la educación en habilidades digitales y se fomentan actividades alternativas que no involucren el uso de dispositivos, que privilegien el juego y las actividades al aire libre.
Aunque creamos que las nuevas generaciones son muy tecnológicas, la evidencia muestra que antes de los 11 años lo aconsejable es que no tengan tecnología o lo menos conectado posible. También, por la línea de reporte Te Protejo, sabemos que la mayoría de situaciones de violencias contra menores de 18 años ocurren antes de los 14 años. Puede ser que tengamos que restringir cosas que en el pasado permitimos, pero ahora tenemos más información. Hagámoslo en grupo, como los colegios. Hay muchas otras madres y padres preocupados, hagan acuerdos conjuntos motivados por esa primordial responsabilidad que es su cuidado y bienestar.
En Red PaPaz estaremos trabajando para que Colombia tenga una regulación que imponga límites a estas plataformas que ponen en jaque la salud de niñas y niños. El mundo ya se está moviendo en ese sentido: con decisiones como retrasar la edad para la apertura de redes sociales (16 años); imponer responsabilidad de la verificación de edad a las empresas, no al usuario; exigir un especial cuidado con los que aún no cumplen los 18; que quienes definan las edades de los videojuegos sean expertos, no las empresas que se lucran con su venta; que las instituciones educativas públicas puedan restringir la tecnología chatarra y que, a su vez, tengan acceso a la tecnología que sí es necesaria para el aprendizaje; que las plataformas adviertan a los usuarios de sus daños, entre otras disposiciones.
Muchas de las interacciones de niñas y niños con los dispositivos móviles no son una dulce compañía. Nos toca entenderlas e imponer límites protectores.
*Directora ejecutiva de Red PaPaz