La invitación al Papa | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Agosto de 2016

Otorgar al papa Francisco funciones en la designación de los entes -mejor no llamarlos tribunales- que se diseñan para juzgar personas dentro del proceso de paz de La Habana, revela ignorancia burda de los roles del Vaticano en materia de asuntos políticos terrenales. Si alguna vez los negociadores Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo Caro ojearon la historia de las relaciones internacionales vaticanas, es claro que se quedaron atascados en la bula Unam Sanctam, promulgada por Bonifacio VIII en 1302.

Todos los estudiosos coinciden en que este documento, que proclama la supremacía del romano pontífice sobre el mundo material, constituye la base política de la injerencia subsiguiente del Vaticano. El rey Felipe de Francia reaccionó acusando a Bonifacio de infidelidad, herejía, simonía, inmoralidad, idolatría y magia, a través de una asamblea de obispos franceses que dejó plantada la semilla para lo que después ocurriría en Avignon.

Después vendría, tras el descubrimiento de América, el choque entre Portugal y España. El papa Alejandro VI asentó su poder material, aceptando presuroso el papel de mediador. Vino su bula que concedió a España el dominio perpetuo y exclusivo de todos los nuevos territorios situados a 560 kilómetros de Cabo Verde en desmedro de Portugal. La ira del rey portugués Juan II y la soberana Isabel I de Inglaterra empezó a modelar los hechos posteriores. El resto es historia. El cisma anglicano de Enrique VIII -afirman muchos historiadores- tiene su raíz en el ingreso del papa Borgia en los asuntos de este mundo.

Paulatinamente, después de la Guerra de los 30 años (1618-1648) y el Congreso de Viena (1815) el rol político-internacional del Papa se redefinió como uno de mediación y arbitraje neutral a petición de Estados en conflicto. Así ocurrió dentro del diferendo argentino-chileno mediado exitosamente por Juan Pablo II.

Esto lo sabe muy bien -él si- el Nuncio Apostólico, monseñor Ettore Balestrero. No sólo por su conocimiento erudito de relaciones globales sino porque trabajó en la  Nunciatura en La Haya varios años a partir de 1998 al lado del cardenal Ángelo Acerbi, quien ocupó el mismo cargo entre nosotros cuando padeció secuestro del movimiento M-19.. Allí tuvo monseñor Balestrero, entre otras labores, el encargo de seguir minuciosamente la evolución del Tribunal Internacional de la ONU para la antigua Yugoslavia, la Cámara de Apelaciones de Ruanda y el nacimiento de la Corte Penal Internacional.

La Santa Sede se abstiene amablemente de participar en situaciones políticas de carácter interno porque conoce el negativo impacto histórico que tuvo Unam Sanctam -texto del siglo XIV-  documento añoso que quizás ven De la Calle y Jaramillo Caro. Al papa Pio XII -santo genuino y uno de los grandes pontífices de la historia- historiadores sesgados le reclaman no haber enfrentado a Hitler y Mussolini([¿cuántas divisiones tiene el Papa preguntó sarcásticamente el dictador Stalin a Pierre Laval en 1935?). Con su poder material mínimo elevó sin embargo su voz y salvó la vida de miles.

La  política y menos la justicia doméstica son funciones que el Papa pueda asumir, así se trate de labor de nominación. Además, el Nuncio en Colombia sabe -tengo la impresión- que los tribunales en La Haya emitieron sentencias reales, con penas significativas que incluyen varios años promedio de prisión. Así mismo está la práctica consabida que viene del Congreso de Viena, hace más de 200 años, en la cual coincidieron Metternich, Talleyrand y Castlereagh, que impone al Sumo Pontífice no penetrar en problemas domésticos.

El gobierno colombiano colocó al papa Francisco en la posición incómoda de abstenerse. Otra perla más de la señora Holguín, nefasta canciller de la República, quien debería saber que este tipo de invitaciones inaceptables no se hacen al Santo Padre.