Las multitudinarias marchas ciudadanas del miércoles, en defensa de la familia y el derecho de los padres a elegir la educación para sus hijos, le dejan al Gobierno una extraordinaria lección de “convivencia”: No se puede invocar la tolerancia como pretexto para atropellar los derechos de las mayorías, al imponer la ideología de género. La paciencia de los colombianos tiene un límite, y más cuando se trata de valores fundamentales.
Por la vía de la provocación lograron despertar al constituyente primario y al paso que vamos, todo el descontento represado contra un Gobierno que desinforma y polariza, en diferentes frentes, desembocará en un plebiscito contra la gestión del primer mandatario.
El manejo confrontacional dado por la Ministra de Educación a la justa protesta de los padres de familia, dista mucho de las más elementales formas que se enseñan en los manuales de convivencia de los colegios. Se trató de desviar la atención del problema de fondo, magnificando un abuso en whatsapp de un funcionario de la Procuraduría y ante la magnitud de la espontánea movilización ciudadana y las evidencias contenidas en el documento, como la frase “no se nace mujer o hombre sino que se aprende”, se atribuyó entonces la indignación de los padres y las palabras ofensivas contra la Ministra de unos cuantos desadaptados, a una manipulación gestada en las “guaridas de los políticos”. La funcionaria lució evasiva, defensiva, acusadora y victimizada. La escucha de las partes, el diálogo respetuoso, la investigación, la mediación y la reflexión, brillaron por su ausencia. El Ministerio lució como una de las partes en conflicto y no como el organismo rector, llamado a dirimir las diferencias. Contrastó esta actitud con el contenido de la pancarta propagandística que se exhibió en su sede para recibir la manifestación: “Los recibimos con amor, paz y reconciliación”.
Otro de los fenómenos que se evidenció en este conflicto y que el Gobierno y los partidos políticos deben tener muy en cuenta, es la vigencia de las profundas raíces católicas del pueblo colombiano. Bastaron los pronunciamientos contundentes del Cardenal Primado, Rubén Salazar y del Nuncio Apostólico Ettore Balestrero, en rechazo a la ideología de género y apoyando las marchas, para que miles de católicos, empoderados por sus jerarcas, salieran a la calle. La legislación colombiana y los pronunciamientos de la Corte Constitucional han ido en contravía de las más profundas creencias y valores del pueblo colombiano.
Como bien lo resumió el Cardenal Salazar: “este desarreglo legal atenta contra la familia como Institución esencial de la sociedad, contra la autonomía educativa, la libertad religiosa, el derecho de los padres de escoger la educación de sus hijos y el derecho de los niños de recibir una educación acorde a la ética y a la moral de sus padres”
El Nuncio apostólico recordó que para los Papas Francisco Y Benedicto XVI esta es una época de “pecado contra Dios creador” Calificó de “muy grave” el querer imponer a los niños la ideología de género y el pretender quitarle a los padres la tarea de educar”. Concluyó que en nombre de la lucha contra la discriminación, “en realidad se discrimina al hombre, se discrimina a la mujer y a todos los que no comparten este ideología”.
La presencia masiva de la gente en las calles demostró que los gobiernos están para gobernar y no para atropellar los derechos de las mayorías.