Los economistas creyentes en el libre mercado ponen en sus modelos un supuesto equivocado: los mercados son perfectamente competitivos. La academia establece tres premisas para la competencia perfecta: primera, que existan muchos compradores y vendedores; segunda, que los bienes ofrecidos por los vendedores sean parecidos; y tercero, que las empresas puedan salir y entrar libremente en el mercado. En Colombia esta última premisa no se está cumpliendo. Grandes compañías están acabando con los pequeños competidores y con los nuevos emprendimientos.
Desde el año 2016 la incursión de tres “hard discounters” en las ciudades y municipios ha destruido el empresariado local. Según un estudio de Nielsen para Colombia, el crecimiento de las tiendas de descuento es cercano al 30% anual, alcanzando en 2019 los 2.845 establecimientos. Este modelo de tiendas no se basa en una disrupción tecnológica, sino la venta de los mismos productos que las tiendas tradicionales (tenderos), pero a un precio más bajo.
En el libre mercado la competitividad entre empresas incrementa el beneficio social. Las empresas intentan ofrecer un producto con un aspecto diferenciador al de su competencia para obtener más clientes. Cuando una empresa lo logra, la otra también innova para seguir jugando en ese nicho. Al final, el cliente es el más favorecido porque tiene a su disposición productos con una misma finalidad pero con valores agregados distintos.
Sin embargo, cuando el producto es exactamente idéntico entre empresas, y una intenta apoderarse del mercado bajando sus precios, el libre mercado desaparece. No hay innovación ni valor agregado. El cliente, por supuesto, si elige la tienda que le vende el mismo producto pero más barato. Las Tiendas de Descuento ofrecen los mismos productos que los tenderos pero con una rebaja en sus precios en un 4,3% aproximadamente. Los tenderos que no pueden reducir sus precios por debajo de sus costos tienen que salirse del mercado, y los nuevos tenderos tampoco ven un mercado viable para invertir. En los dos últimos años se han desaparecido 22 mil tiendas de barrio, equivalentes al 6% de las tiendas del país.
La teoría de liberalismo clásico le pone tres funciones al Estado: Garantizar el derecho a la vida, a la propiedad privada, y a la libertad. Esta última se ve violada cuando se rompe la tercera premisa de la competencia perfecta: “no tengo libertad en entrar a participar en un mercado”. El Estado colombiano debe entrar a regular cuando una empresa (monopolio) o varias empresas (oligopolio) se apoderan del mercado. La regulación no es estatizar empresas, ni restringir innovaciones; su función es verificar que la libertad de entrada y de salida sea igual para todos los competidores.
En el caso de Uber y las aplicaciones de transporte está sucediendo lo contrario. Estas aplicaciones innovaron en el servicio de transporte, y entraron a competir por clientes. Son libres de hacerlo. Se estiman cerca de 7 aplicaciones en el país con más de 250 mil empleados, y 300 mil consumidores diarios. Su competencia es leal porque aunque su función es la misma que los taxis, tienen el valor agregado de una aplicación, y en algunos casos, un mejor servicio. El consumidor es libre de elegir que opción le gusta más. El problema radicó en que el Estado excedió su poder de regulación en el mercado de Taxis, imponiendo precios fijos (tarifas de taxímetros), número de participantes en el mercado (cupos), y el funcionamiento del servicio. Atentó contra la libertad de entrada de nuevos competidores en el mercado, y no permitió la innovación de los que ya estaban adentro.