Como bien dijo el Papa Francisco, “prepararnos para el después es importante”, lo urgente no nos debe llevar a obnubilarnos y a desentendernos de lo importante. Es entendible que no estuviéramos preparados para enfrentar esta contingencia, pero sería imperdonable que una vez superada la pandemia no lo estemos. Tenemos, entonces, que prepararnos para el día después, que no será estar de vuelta al ayer, que quedará atrás con toda su pesadilla y su pesadumbre.
Lo ha dicho claramente la Directora del FMI, Kristalina Gueorguieva, “gasten todo lo que puedan, pero guarden las facturas, pues más adelante hay que pagarlas”. El ministro Carrasquilla anunció la reforma tributaria que será necesaria para pagar la factura, lo dijo muy claro: “esto significa mucha más deuda y es una deuda que tenemos que pagar. Será necesaria una reforma tributaria”.
Así el Presidente Iván Duque lo desautorizara, por considerar su declaración políticamente incorrecta en este momento, diciendo que “pensar en cómo aumentamos los ingresos no sólo es inconveniente sino inviable”. Ante la encrucijada que se abre con la pospandemia, la única forma de servir la creciente deuda pública será mediante el aumento del recaudo. Ello se predica tanto para los tributos nacionales como para los territoriales.
Ahora bien, de lo que se trata es de establecer cómo se repartirán las cargas impositivas entre los contribuyentes. Al país se le ha venido tomando del pelo hace muchos años, cada vez que se presenta al Congreso de la República por parte de los gobiernos de turno su proyecto de reforma tributaria se dice que esta será “estructural”, sin embargo todas terminan siendo más de los mismo.
Por lo tanto, la reforma estructural pendiente es aquella que permita que el Sistema tributario cumpla con lo que manda la Constitución: que sea equitativo, eficiente y progresivo y ello sólo se puede lograr empezando por el desmonte de todos los beneficios tributarios injustificados. Y, de esta manera tendremos un Estatuto tributario más justo, que contribuya a ir cerrando la enorme brecha de desigualdad que agobia a la gran mayoría de los colombianos y se puede obtener un mayor recaudo en la medida en que los que más tengan contribuyan más.
En lo que hace relación a los tributos territoriales, el país está en mora de revisar y ajustar el Estatuto tributario territorial, pues como dijo el ex constituyente Carlos Rodado, “el gobierno central recauda los impuestos más importantes y dinámicos y luego transfiere una porción de ellos a los entes territoriales que tienen la obligación de ejecutar un libreto prediseñado”.
Es de destacar que en el transcurso de los últimos 29 años se han aprobado 17 reformas tributarias, todas para arbitrarle recursos a la Nación y en ninguna de ellas se previó un mayor recaudo para las entidades territoriales. Ello explica la enorme concentración del recaudo de impuestos en Colombia, de cada $100 que se recaudan la Nación se queda con $83.50 (¡!).
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*Miembro de Número de la ACCE