El análisis en el seno de la Organización de Estados Americanos de la situación de Nicaragua, donde más de doscientas muertes y numerosos heridos ocasiona la represión a la protesta por parte del gobierno de Daniel Ortega, la llamada de atención al régimen que destituyó a veintiocho diputados opositores, la solicitud del secretario general del organismo que coincide con el planteamiento de la Conferencia Episcopal de ese país para que se convoque a elecciones, debilitan al régimen antidemocrático, se unen al informe de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el cual dictamina la violación de los derechos a la vida, integridad personal, salud, libertad de expresión, acceso a la justicia.
Nicaragua y Venezuela sufren las consecuencias de administraciones apegadas al socialismo anacrónico. La OEA invoca la carta democrática y no desconoce la soberanía de naciones en crisis que internamente en elecciones libres deben determinar su futuro. En las últimas décadas los representantes en la asociación con instrucciones erráticas de sus gobiernos protegieron la incoherencia, inclusive, cuando para debilitar la entidad, apareció la fracasada Unasur. Ahora, con excepción de Bolivia, Nicaragua y Venezuela, todos los Estados muestran la intención de fortalecer el sistema hemisférico, de trabajar en conjunto por la paz y la integración regional.
En cuanto concierne a Colombia tanto el presidente actual Juan Manuel Santos, como el entrante Iván Duque, comparten la política en defensa del sistema Interamericano, de la libre determinación de los pueblos, del rechazo a las autocracia, a la desfiguración del querer popular. Se necesita la solución pacífica de conflictos, la buena vecindad, el respeto por los migrantes obligados a dejar sus patrias víctimas del despotismo.
La intimidación de la administración Ortega en Nicaragua, la violencia en Masaya desatada por grupos paramilitares adictos al sandinismo, hechos como el incendio provocado en la casa de una familia opuesta al régimen que ocasionó la muerte de seis personas incluyendo niños, el acoso a los vecinos para que no pudieran participar en el velorio, el maltrato físico, la humillación, la manipulación emocional, deben cesar, la comunidad internacional estar pendiente de que ello ocurra.
Que la OEA una y no divida es buena noticia. Su respaldo al proceso de paz en Colombia así lo indica. La solidaridad americana cuenta, el nuevo mundo tiene que ser libre y democrático en este planeta globalizado. Como lo expresara con lucidez Alberto Lleras, “si hay política seria y ponderada en la asamblea de pueblos americanos, siempre se encontrará satisfacción. Si los gobiernos la abandonan, alguien tomará ese sitio vacío sin derecho. Mientras haya recurso ante ese poder moral se justifica plenamente el apoyo a la institución.”