En Colombia, según el DANE, se registra un número que supera los 5 millones de niños y niñas con edades que oscilan entre 0 y 5 años, que hacen parte de la primera infancia, así definida en el Código de la infancia y la adolescencia. Tal vez la población más vulnerable entre los vulnerables, sobre todo por su alto grado de indefensión, es la población infantil. Por ello no es de extrañar que para el año 2015 el 40.3% de la niñez estaba en condición de pobreza, la cual se traduce en su desprotección. Y ello a pesar de que el artículo 44 de la Constitución Política consagra la prevalencia de sus derechos.
La situación de la niñez en Colombia es dramática, el cuadro que muestra es dantesco. Basta con decir que 9 de cada 100 niños y niñas que nacen al año, presentan bajo peso al nacer, es decir pesan menos de 2.500 gramos. En ello influye muchísimo el estado de la madre en la etapa de gestación, que se extiende después en la lactación. La desnutrición crónica, que se manifiesta en el retraso en la talla para la edad del infante y la aguda, que afecta su estatura, sigue siendo muy alta en todo el país, siendo mayor en las regiones periféricas del país, que acusan los más altos índices de NBI. Ello se traduce en una alta tasa de mortalidad infantil, especialmente en departamentos como Vaupés, Guainía, Vichada, el Chocó y La guajira.
Lo más preocupante es que la desnutrición, al igual que la mal nutrición en esta edad temprana afecta tanto el desarrollo físico como el cognitivo de quien la sufre, causándole al niño o la niña un daño irreversible e irreparable, que se convertirá en una tara con la que tendrá que arrastrar irremisiblemente por el resto de sus días. Eso hace que no todos los niños y las niñas partan de la misma grilla. Ello, entre otros motivos es lo que va dando lugar a la desigualdad de trayectoria, al ponerlos en desventaja frente a sus semejantes. Los primeros mil días de existencia de la criatura son críticos, lo que se haga o se deje de hacer durante esta fase de su crecimiento es decisivo para su formación y desarrollo posterior, de ello debemos ser conscientes. El mayor desarrollo del cerebro, del lenguaje, de la motricidad y del pensamiento abstracto se da justo en esta etapa, que es irrepetible. Lo que se quiera hacer después, tratando de suplir lo que se dejó de hacer ya es demasiado tarde. De allí que influya tanto en dónde se nace y se crece en la suerte de los niños y las niñas.
A los factores de riesgo anteriores se vienen a sumar los peligros del maltrato infantil, los delitos sexuales, así como la violencia intrafamiliar que los asedian por doquier.
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*Director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos