Decía Marx en su “Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel” que, “el arma de la crítica no puede reemplazar, evidentemente, a la crítica de las armas”. Lección que hasta el día de hoy sigue guiando a los comunistas revolucionarios que no dudan en acompañar sus reclamos por la fuerza del fusil, como sin lugar a duda hacen los que se autoproclaman desde hace seis décadas en Colombia como “ejército de liberación nacional”: el afamado ELN.
Una de las primeras víctimas del Eln en sufrir la “critica de las armas” fue Jaime Arenas, líder estudiantil universitario que había hecho parte de la organización subversiva en sus inicios y que se desertó de la misma pocos años después. Poco después de publicar un libro titulado “La guerrilla por dentro” en 1971, en la que denunciaba el sectarismo de los “elenos”, Arenas fue víctima de un atentado perpetuado por el Eln que le costó la vida.
Y es que para los “elenos”, la revolución no tiene errores sino traidores, como claramente lo dice el lema que acuñó dicha organización insurgente desde que nació: liberación o muerte. Que la muerte sea una consecuencia de la lucha subversiva del Eln no deja lugar a dudas, pero lo que si admite una inquietud es, ¿liberación de qué? Supuestamente del gobierno oligárquico e imperialista que azota a Colombia desde 1964, año de nacimiento del Eln. Y por lo visto, dada la ruptura reciente de los diálogos de paz con el ELN, el gobierno del “Pacto Histórico” cabe todavía dentro de dicho diagnóstico fundacional de los “elenos”, aunque se puede dudar de si el Eln tiene la honestidad de aceptar que, las mafias de contratistas y delincuentes que protege el actual presidente del país y su compromiso con las elites globalistas, son más aliados de su lucha armada que enemigos de la misma.
A decir verdad, el Eln cogobierna con el actual presidente desde que se posesionó, como lo demuestra el crecimiento del control territorial que ejerce dicha guerrilla en regiones de frontera con Venezuela y a lo largo de la costa Pacífica, como se puede inferir del estudio reciente sobre expansión de grupos armados ilegales de la Fundación Paz&Reconciliación. De hecho, pareciese que el verdadero Ministerio de Defensa en Colombia fuera el Coce, el Comando Central del Eln, ya que, a juzgar por el desempeño del hasta ahora inamovible ministro de dicha cartera, Iván Velázquez (alias “El Terrible”), los “elenos” parecieran ser un autorizado grupo de seguridad privada más del país.
Incluso, a juzgar por la presencia de más de dos décadas del Eln en Venezuela bajo la protección de la tiranía socialista que gobierna el vecino país, cabe pensar que confiar en que el gobierno venezolano sirva de garante a un proceso de paz con el Eln no es sino reconocer que los 916.445 km2 de extensión que tiene Venezuela son el equivalente de la zona de despeje que el gobierno de extrema izquierda de Gustavo Petro y Nicolás Maduro le han confiado a los “elenos”.
Con precedentes de dicha naturaleza es más que lógico saber que la paz para el Eln, como para el presidente actual, no es sino la ausencia de oposición al socialismo: la plena confirmación según la cita inicial de Marx, de que “la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem, y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es coger el problema por la raíz. Pero la raíz para el hombre es el hombre mismo”. En definitiva, el destruccionismo puro y duro: no cabe esperar otra cosa de la “paz” del Eln.