Hace meses, y como premonitorio, uno de los chefs más representativos de la gastronomía colombiana, cuestionó el profundo deterioro de la seguridad en año y medio en el país que a juicio de él nos ponía de nuevo en las tristes realidades de los noventas, y puso de presente las cifras de secuestros, hectáreas de coca e incursiones de grupos al margen de la ley.
Tres meses después, preocupantemente las incursiones del hampa en las grandes ciudades, y en restaurantes y bares, parecen ya parte del menú. ¡Los ciudadanos están asustados! Y hasta las cifras del Mindefensa son desoladoras. Entre enero y octubre de 2023, el hurto callejero crecía 9% y afectaba a 308 mil ciudadanos. En el primer semestre del 2023, según la Corporación Excelencia a la Justicia, se dieron en Colombia 44 robos cada hora y un asesinato cada 40 minutos, y para esta entidad, el incremento en hurto es del 23%. Algo similar sucede en los mismos meses con el secuestro y la extorsión. Si en 2021 teníamos 85 secuestros ya en 2023 son 190 casos.
Esto y más, ya deja consecuencias negativas para la economía y parte de las dificultades en el crecimiento está íntimamente ligado al deterioro en seguridad. La extorsión, por ejemplo, que ha crecido en un 37% entre el 2018 y el 2023, afecta especialmente al comercio y al micro y pequeño empresario, que tiene que acudir a “vacunas” para que su negocio funcione normalmente.
Duele por eso el pedido a gritos del Consejo Gremial nacional, sobre la urgencia de un plan integral de seguridad frente a la realidad que describe como “el continuo deterioro de la seguridad y aumento de actos violentos en todo el país en especial en los departamentos de Antioquia, Cauca, Nariño, Norte de Santander y Valle”.
Y todo arranca con un escenario de laxitud en Cauca, Putumayo, Catatumbo, Bajo Cauca Antioqueño, Magdalena Medio o el andén del pacífico. Zonas donde el crecimiento de los cultivos ilícitos, la ilegalidad minera o el accionar de los grupos armados organizados pululan. Muchos hablan ya de cifras cercanas a 300 mil hectáreas de coca cultivadas, con tristes datos de caída del 79% en el último año en programas de erradicación.
Una conclusión parcial es que mientras convivamos con el cáncer de la producción de droga, será imposible enfrentar exitosamente el hampa. Pero no es suficiente. Se trata también de transitar de “la inseguridad a la convivencia”, y ello supone trabajar con las comunidades urbanas y rurales para enfrentar el delito. Qué bueno sería efectivamente llegar con más recursos al territorio en educación, en emprendimientos sociales, en acceso a financiamiento barato, en brigadas sociales, en apoyo de ingenieros militares a infraestructura local, y en general en obras, en lugar de enviar mensajes erróneos como remunerar a quien deje el delito. Dinero hay, pero debe ser bien invertido.
La afirmación final del chef colombiano es que el “contrato social que nos vendieron no se está cumpliendo” Y es verdad. Sin seguridad no seremos ni potencia de la vida, ni potencia alimentaria, ni el país de la belleza, ni tendremos seguridad humana. ¡!A trabajar!!
*Rector Universidad EIA
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