Hay muchas personas preocupadas hoy en día sobre el futuro de nuestra nación. No ven con claridad qué pueda pasar en los próximos meses. Existe una sensación como de desamparo. Pero no se debería pensar que esto obedece solo a la coyuntura actual. Esta tierra movediza en que a veces sentimos que estamos parados ha sido preparada por nosotros mismos de muchas maneras. En general, la hemos alistado creciendo en una cultura y forma de pensar que nos induce a creer que todo lo podemos solos, que nuestros pensamientos son absolutos, que nadie nos tiene por qué decir nada de nada y sobre nada. Y un día nos hemos encontrado absolutamente solos, demasiado separados unos de otros y cada cual solitario en su isla existencial.
Dentro de ese ambiente hasta la misma Iglesia se siente sola. En los últimos años ha crecido una actitud personal e institucional, a veces clara, a veces soterrada, de hacerle el feo a la Iglesia. Para las mentes ilustradas puede resultar un poco incómodo tener que escuchar la voz de una institución religiosa. Para la multitud es mucho más divertido vivir al vaivén de cuanto charlatán hay en los medios, en las redes sociales o en cualquier parte. Las instituciones se precian hoy de no ser confesionales y sienten que eso les da elegancia y prestigio. Y muchas personas han optado por establecer una relación fría y distante con la institución religiosa. La Iglesia resiente el golpe. Pero la sociedad colombiana lo resiente más y parte de ello es la incertidumbre que hoy lo llena todo.
La Iglesia católica en Colombia, el Evangelio de Jesucristo, los mandamientos de la ley de Dios, la moral cristiana, eran parte de los elementos cohesionadores de la sociedad colombiana. Pero, como nuevos ricos, nos empezaron a seducir con baratijas de todo orden y cuanta palabra ociosa se pronunciaba y se pronuncia superó en atención a la Palabra revelada. Aparecieron nuevos “sacerdotes” con nuevas medicinas, nuevos discursos, nuevos milagros, nuevos cielos y vendimos la vieja hacienda para comprar un apartamento en la playa y así entrar a los nuevos cultos. Nos volvimos ruidosos a más no poder, a veces por festivos, a veces para no escuchar la conciencia ni a quienes nos recuerdan que aquella existe. Nos enloquecimos, abandonamos a las madres nutricias en todo sentido, y hoy sufrimos de indigestión. Y tal vez de un cargo de conciencia: dejamos solos a muchos seres que fueron importantes para llegar a ser personas, como la Iglesia, la familia, la tradición, la ética, la moral, etc.
Sí. La Iglesia se siente sola. Pero eso no es tan grave pues ella sabe qué hacer en la soledad, como la Virgen junto a la cruz. Esperar sin perder la esperanza. Pero la sociedad colombiana, en buena medida, está aún más sola. Se deshace. No tiene factores de cohesión ni personas que la cohesionen. Y más grave aún: es una comunidad que no parece querer escuchar nada, aprender nada, solucionar nada. Y en ese desamparo corre el peligro de que los lobos deshagan la manada y la devoren. Religión, lengua, territorio, historia, han sido siempre los adherentes de una nación. ¿Alguno de estos no ha sido maltratado en nuestra sociedad?