TODAS las miradas giran hacia el centro de la tierra, que queda en el Ecuador, atraídas por la noticia de la fuga de un jefe mafioso, el desafío al gobierno de las tenebrosas narco bandas que controlan algunas de las cárceles del país y el asalto de una pandilla al canal de televisión en Guayaquil, para amedrentar y atemorizar a los periodistas y a la opinión pública. Lentos en sus movimientos y con la impresión de ser poco expertos, tanto que fueron detenidos después de la reacción policial y el cerco al canal. El gobernante Daniel Noboa reacciona y proclama que enfrentara militarmente las mafias y criminales. Noboa, hijo del rico bananero que varias veces se lanzó por la presidencia de la República y ésta le fue esquiva, apoyaba al candidato Villavicencio en su cruzada contra las mafias y la corrupción, cuando éste cayó asesinado.
El día del entierro de Villavicencio aparece Noboa, rodeado de guardaespaldas en la ceremonia religiosa luciendo un llamativo chaleco antibalas. Al instante, casi todas las cámaras lo registraban y su foto se difunde. El joven hasta ese momento figuraba en el mundo de los negocios por la fortuna de su padre y se le reconocía por su disciplina y discreción. A diferencia de Villavicencio, todo un valiente y un audaz periodista que denunciaba los negociados de los politiqueros y desafiaba a las mafias, estas no tenían ni noticias de Noboa, así como los medios políticos lo veían distante. Más, con el chaleco antibalas, parecía uno de esos valientes toreros en búsqueda de lanzarse a la arena para jugarse por la alternativa y destacarse. Y cuando los medios y las redes difunden la imagen del torero, perdón del político, con la información de que era totalmente novato en esas intrigas, de inmediato las gentes reaccionaron y apostaron por apoyarlo. Lo importante es que de alguna manera estaban en contra de los políticos tradicionales, de los sanedrines electorales, lo mismo que de los contratistas y demagogos de barriada. Así que en el Ecuador se vota por el candidato que en apariencia parecía menos trajinado en política y que hoy se inclina por imitar a Bukele.
Algo similar ocurre en Argentina, donde las gentes votan por Milei, que parece ser un antipolítico ambicioso, decidido y verboso, que consigue en dos años de gritería y polémicas derrotar a la clase política de derecha y de izquierda, para terminar, siendo elegido en un triunfo indiscutible. Milei es más audaz, se inventa un enemigo que no puede defenderse. Nada menos que aparece combatiendo la teoría general de Keynes, en un país donde el sistema hace agua por el predominio de los politiqueros, los sindicalistas y la corrupción. Milei quiere implantar a rajatabla el modelo económico ultraliberal. Como cosa curiosa, su idea de dolarizar la economía hace años se puso en práctica en Ecuador. Lo que facilita el lavado de millones y millones de dólares. En fin, la Argentina estaba tan postrada y mal gobernada, que muchos prefirieron dar oportunidad a un entusiasta agitador con su modelo económico bajo el brazo, escrito por vetustos teóricos europeos que admira.
Algo llamativo y a la inversa pasa en Chile con Boric, el líder estudiantil que se destaca en las marchas populares, grita y empuja a los estudiantes a desafiar las fuerzas del orden y gritar hasta quedar roncos. Él enfrenta a los notables, los de derecha e izquierda, los rebasa en gritos y entusiasmo, lo que le va haciendo famoso. Entonces, el pueblo se dice: es un izquierdista ingenuo, limpio, novato, sin los pecados y las mañas de los veteranos, votemos por él. Y cuando la derecha tenía un candidato que parecía el mejor indicado por su capacidad, sus postulados, firmeza de carácter y habilidad, los indecisos votan mal y contribuyen a dar el triunfo a Boric. Ese ímpetu popular por rechazar a los politiqueros y dar la alternativa a los novatos fracasa en el Perú con Castillo, que se deslumbra con el dorado metal y sigue preso.
En alguna manera el triunfo de Gustavo Petro tuvo que ver con eso de dar la alternativa al que no sea del sistema, más no se equipara con los anteriores. Petro se hace famoso por sus debates en el Congreso y se abrió paso político a empujones. Más los responsables de la llegada de Petro al poder están más entre la clase dirigente y de los partidos tradicionales, que cometieron tantos errores, que, en cierta forma, cayeron en su propia trampa. Petro, no llega en paracaídas, apareció con la fuerza y el poderío de la izquierda en varias ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Santa Marta, en alianza con diversos políticos y con promesas de pactar con los violentos del país, y la esperanza de alcanzar la paz, que ha sido la zanahoria de muchos para llegar al poder. Los pueblos, como ciertas ricas solteras casaderas, a veces, prefieren llevar la contraria y desposarse con quien vetan sus familiares y amigos.