Al indagar sobre las causas del aumento de la tasa de desempleo, la primera que salta a la vista, como ya quedó dicho, es la falta de dinamismo de la economía, que ha crecido en promedio 2.7% durante el último lustro, al tiempo que perdió un punto porcentual de crecimiento potencial, el cual pasó de 4.5% a 3.5% y ha venido creciendo por debajo del mismo.
El Presidente de Anif, Sergio Clavijo, y el Gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría, coinciden en que el deterioro del empleo obedece a la poca creación de plazas por parte de las empresas. Este último hace hincapié en que ello se deriva “de una menor demanda por empleados; hay poca creación de empleo por parte de las empresas y no es tanto por oferta”.
Por su parte el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, manifestó que su “hipótesis sigue siendo que hemos tenido un choque muy grande proveniente de la inmigración, que ha afectado el mercado laboral. Regionalmente hay mayor afectación por el choque migratorio”. Pero, según el Director del Dane, Juan Daniel Oviedo, “no podemos decir que el deterioro de las estadísticas de empleo nacional sea a consecuencia de las migración venezolana”.
Tampoco acierta el ministro Carrasquilla cuando afirma que “regionalmente hay mayor afectación por el choque migratorio”, pues, según las estadísticas del Dane, las mayores tasas de desempleo, regionalmente, se concentran en ciudades como Quibdó (20.8%, Armenia (18.1%) y Florencia (17.3%), que nada tienen que ver y, en cambio, Barranquilla, que es considerada la tercera capital con el mayor número de migrantes, se cuenta como una de las ciudades con la menor tasa de desempleo, con el 8.4% entre marzo y mayo de este año. La hipótesis del ministro Carrasquilla, entonces, no pasa de ser una cortina de humo para tratar de ocultar la real realidad.
En concepto de la revista Dinero, la recurrencia en el crecimiento del desempleo atemoriza a los consumidores y afecta aún más el Índice de confianza del consumidor, el cual registró en mayo de este año un balance de -5%, representando una reducción de 13.9 puntos porcentuales con respecto al mismo mes del año anterior, afectando el consumo, que participó con el 72% del PIB (¡!) en el primer trimestre de este año. En el mes de junio empeoró al registrar el ICC el – 6.3%. Y ello, de contera, llevará a los empresarios a aplazar sus inversiones o ampliaciones de sus factorías.
De este modo nos topamos con una causalidad circular de la que es difícil de escapar: la baja del consumo redunda en una menor inversión y esta a su vez afecta la demanda de fuerza de trabajo, deteriorando el ingreso y la capacidad adquisitiva del consumidor. Se concluye fácilmente que de poco o nada han servido las gabelas impositivas que se le dispensaron de manera generosa recientemente a las empresas mediante la Ley de financiamiento.
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*Miembro de número de la ACCE