Las equivocaciones de Zelenski | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Marzo de 2025

Del presidente estadounidense se ha dicho ya lo que hay que decir, y habrá que repetirlo. Se sabe que es impulsivo y lenguaraz, que tiene los modales de un gamberro, que su toda su riqueza no lo hace menos palurdo, que no respeta convenciones ni reglas, que la simpatía o la animadversión son los resortes que con frecuencia condicionan su conducta y sus decisiones, que es veleidoso y lábil.  Que es un bárbaro, en fin, como lo dijo esta columna la semana anterior.  Y no cabe duda de que el bochornoso espectáculo con el que concluyó el viernes pasado -prematura y fallidamente- la visita del presidente ucraniano a Washington, lo confirma.

Pero hay que decir también -y al decirlo ni se excusa a Trump ni se le da la razón- que Zelenski cometió en la Oficina Oval varios errores, que sorprenden, además, porque algunos son bien de principiante; y él, que lleva tres años liderando con inusitado acierto la valiente resistencia de una nación agredida, no lo es.

Se equivocó Zelenski de escenario, en primer lugar, al querer convertir lo que usualmente no es más que una mera puesta en escena fotográfica, en mesa para discutir cuestiones sustantivas, difíciles e incómodas tanto para él como para su contraparte. Asuntos que se abordan a puerta cerrada, lejos de los micrófonos y los reflectores, precisamente porque son inflamables y lo que menos necesitan es el combustible de una transmisión en vivo y en directo.

Se equivocó Zelenski, al creer que podría obligar a Trump a refrendar o a adoptar su narrativa. Hubiera podido exprimir a su favor hasta la última gota del lenguaje de Trump -el del heroísmo de los soldados ucranianos, el de la tragedia y la necesidad de detener el baño de sangre de la guerra, el de que ésta no se habría producido si él (Trump) hubiera estado a cargo-.  En lugar de eso, se enredó a sí mismo en glosas, interpelaciones, y admoniciones que en el mejor de los casos estaban predestinadas a la inocuidad y en el peor -que a la postre fue- a provocar la exasperación de un interlocutor conocido por su impaciencia, su excitabilidad, y su soberbia.

Se equivocó Zelenski al entrar por la puerta -abierta por Trump- que lo condujo a incorporar a un tercero -el vicepresidente Vance- y a enzarzase con él -que debió permanecer en el discreto segundo plano que corresponde a su cargo- en un contrapunteo sonoro, innecesario y aciago.

Y, sin embargo, por muchos errores que haya cometido, hay que ser cauto a la hora de juzgarlo. Nadie que lo haga desde la comodidad de una columna de periódico sabe lo que significa estar en su pellejo. Mucho menos allí, en ese momento crucial, en un ambiente hostil, adelantando una gestión odiosa pero imprescindible, intentando equilibrar la incuestionable ventaja moral y legal de su nación con su evidente desventaja política. Parafraseando a Voltaire (en carta a Federico II Prusia), “(Q)uien señala sus defectos está muy lejos de ser digno de ellos; porque un soldado puede criticar con acierto a su general, sin ser capaz de comandar un batallón”.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales