Preocupante la situación con la presencia de las motocicletas en escenas delictivas que a diario vivimos por las principales ciudades del país. Si, muy preocupante porque estas máquinas identificadas en un principio como solución a la locomoción de los ciudadanos y alternativa de descongestión vehicular, a más de herramienta de trabajo para muchos, ha migrado hacia la delincuencia, tornándose en instrumento irremplazable para los malhechores.
Hoy por hoy, en la mayoría de acciones delictivas figura una moto. Si hacemos un somero sondeo, encontramos que a un joven que se desplazaba por determinado sector, uno antisociales en moto, y arma de fuego en mano, lo despojaron de sus pertenencias, otros delincuentes haciéndose los perdidos y desorientados en el lugar, sorprendieron una joven y arrebatándole sus haberes se dieron a la huida. En todos los ataques por fleteo, actividad que se da intimidando y atrancando a ciudadanos, que salen de los bancos luego de transacciones económicas, siempre aparece una moto al igual que cuando se presentan hurtos a residencias. Al adelantar la investigación, revisar cámaras e interrogar vecinos, no faltan los informes que hablan de una moto merodeando el barrio, sin olvidar los asaltos a vehículos donde motorizados atentan contra los conductores, logrando arrebatarles alguna pertenencia o desvalijando partes del automotor. En fin, me haría interminable narrando o evocando situaciones delictivas, donde una moto hace parte integral para los antisociales. Todo lo anterior sin olvidar los actos de sicariato que por fortuna no son frecuentes en la capital, sin poder afirmar que no se han presentado.
Ahora evaluando los ribetes del acto delictivo, encontramos que el parrillero es actor fundamental en la escena, la placa siempre esta tapada, embarrada o tan deteriorada que se imposibilita su lectura. Un factor fundamental es el casco de uso obligatorio, pero aliado del delincuente, pues su fisonomía queda totalmente cubierta como la del parrillero, que goza de la misma gabela, a más de la velocidad desplegada por las motos al momento de huir, fusionada a la versatilidad del desplazamiento, hecho que dificulta el accionar civil o la intervención policiva.
Es saludable reconocer que los cuadrantes y frentes de seguridad han respondido en la mayoría de los casos, pero de acuerdo a esas consideraciones anteriores, las capturas y conducciones no son tareas fáciles, como tampoco ayudan mucho las denuncias por falta de información imposible de aportar de parte ciudadana, debido a lo rápido de la acción y la sorpresa que juega del lado delictivo.
Se escuchan voces demandando de las autoridades mayor control en el comercio de estos vehículos, se sugieren marcas indelebles en el fuselaje, viseras transparentes, exigencias en la documentación y seguros, placas pintadas en el cuerpo del vehículo con números identificables y reconocibles, al igual que evitar pinturas psicodélicas que desorientan al ciudadano.