La nueva generación de ciudadanos mundiales, interconectada por redes sociales, comparte la aspiración de que el mundo sea mejor. Quieren más y mejores servicios y bienes públicos, algo que todos queremos.
Existe un fragmento de esta generación de jóvenes que sigue la inercia de nuestro violento país. Consideran que los reclamos deben estar acompañados por violencia, vías de hecho, destrucción. Nuestra dolida Colombia todos los días espera que podamos tramitar las diferencias sin recurrir a la violencia. El vandalismo presente en esa marcha como en muchas anteriores, debe erradicarse. Los colombianos debemos protestar, reclamar o pedir sin actos violentos; con respeto por los otros ciudadanos. Ninguna falla del Estado puede inspirar que unos ciudadanos dañen a otros.
En Bogotá se estiman pérdidas preliminares por 4.500 millones de pesos por la destrucción de más de 80 estaciones de Transmilenio. A esto hay que sumarle los 44 buses troncales, 39 buses azules y 1 alimentador vandalizados. Transmilenio afirmó que cerca de dos millones de personas están siendo afectados en su transporte diario por la ciudad. Fenalco estimó pérdidas en el comercio por 50 mil millones de pesos diarios.
Además, vándalos instigados por algunos líderes políticos pretendían crear el caos; desestabilizar. Esos líderes lo que quieren es ganar en la calle lo que no ganan en las urnas. Una especie de refrán: “ustedes ganaron y no nos gustan, así que no los vamos a dejar gobernar hasta obligar a todos a elegirnos a nosotros”. Una estrategia antidemocrática: hacer ingobernable el país para “demostrar” la incapacidad del gobernante de turno; y con ese fracaso provocado, presentarse como la alternativa política. Mezquinos.
Lo más triste de la jornada ha sido el maltrato a los miembros de nuestra fuerza pública. Pareciera que persiste en nuestra sociedad un segmento que desprecia a las fuerzas armadas. Consideran algunos manifestantes que tienen el derecho a golpearlos, agredirlos e insultarlos.
Tres policías fueron asesinados con una bomba en el Cauca. Un patrullero perdió un ojo y se dolía que la turba festejaba como si se tratara de un gol. Otro patrullero está en cuidados intensivos por un artefacto explosivo que le lanzaron en la Universidad en Neiva. La Policía afirmó que 371 hombres han sido heridos, 30 son mujeres.
La fuerza pública merece nuestro respeto además de nuestro cariño y gratitud. Encarnan la mano firme del Estado de derecho. Están encargados de la difícil tarea de contener la violencia, procurar la seguridad y defender la ciudadanía. Mucho daño le ha hecho a Colombia la idea de que hay unos violentos (un actor del conflicto), la fuerza pública (otro actor) y en el centro la sociedad civil. Nada más equivocado. Las fuerzas nos representan y existen como expresión de la sociedad civil inerme, que puede requerir protección para repeler la violencia. Tienen una vida de sacrificios y servicios a los colombianos, y cómo todos, tienen familias que los esperan y se esfuerzan todos los días por salir adelante.
La muerte de Dilan fue muy triste; un joven lleno de dificultades que es un símbolo de todo lo que está por hacer. Perdió su vida en lo que es para mí un infortunado accidente. No solo por la presunción de inocencia de que no hubo dolo en acción del capitán del Esmad; sino por su propia misión. Espero que Colombia no estigmatice a quienes la protegen.
La encuesta del CNC mostró que 29% de la población no quiere continuar en el paro mientras el 71% quiere que todo regrese a la normalidad. Ojalá acabe pronto.