“Percepción de legitimidad de Duque no es la mejor”
Más que a la recompuesta gobernabilidad del Presidente -que habría logrado con los cambios ministeriales- hay que observar la percepción de legitimidad que los ciudadanos tienen del gobernante, puesto que de allí también se deriva sensiblemente la gobernabilidad.
La percepción de legitimidad se origina en un triunfo electoral transparente y crece se mantiene o decrece, según la justicia y eficiencia con las que se ejerce el cargo. El punto a resaltar es que a mayor percepción de legitimidad mejor gobernabilidad, y al contrario. Y al hablar de gobernabilidad, además de lo que pueda lograr la coalición en el Congreso, hacemos referencia a la capacidad que tiene el gobernante de entablar con la sociedad una adecuada relación que le permita gobernar sin mayores sobresaltos, porque los gobernados no acuden reiteradamente a las vías de hecho, y no lo hacen porque tienen confianza en su gobernante, sus posturas y políticas públicas las cuales consideran encaminadas a atender las demandas más sentidas como la seguridad, derivada entre otros aspectos de la paz, y el fomento de las condiciones para una vida digna.
Lo cierto es que la percepción de legitimidad en el ejercicio del cargo del presidente Duque no ha sido la mejor. Por esto su gobernabilidad ha estado obstaculizada por las frecuentes marchas y protestas destacándose las estudiantiles, y claro está el paro del 21N y días subsiguientes. Al respecto, están por verse los efectos de la “conversación nacional” con la cual el gobierno espera subsanar las falencias en la percepción de legitimidad del ejercicio de su primer año y medio de gobierno.
Sin embargo, con la entrevista de Vicky Dávila a Aída Merlano surgió una importante sombra de duda sobre la legitimidad de origen del presidente Duque, pues se habló de compra masiva de votos y de injerencia de ese delito en las elecciones presidenciales. De prácticas corruptas de los Gerlein y los Char, que favorecen a varios de la hoy coalición de gobierno. No es un tema ajeno a Merlano, pues ella fue parte de las mismas redes clientelistas y familiares que hoy denuncia. Tampoco es algo extravagante, producto de una mujer dolida que se cansó de ser utilizada en todo sentido. Y no lo es porque además de que se incriminó, las mejores fuentes de información sobre maquinarias corruptas, son las personas que han trabajado en sus entrañas, así sus motivos para confesar no sean nobles. El punto a destacar es que, para conservar la legitimidad de origen, al presidente Duque le conviene altamente que los hechos mencionados en dicha entrevista sean valorados con cuidado y no desechados, lo cual se logra apoyando irrestrictamente a la autoridad judicial competente para que llegue a la verdad más completa posible.
Por lo pronto, declarar que “no tengo rabo de paja y me arrimo a cualquier candela”, sirve menos al propósito de mantener legitimidad, que decirle al senador Arturo Char que, por delicadeza ética, retire su candidatura a la presidencia del Congreso mientras la justicia actúa.