El dilema de Occidente
El dilema de los países occidentales, especialmente de los Estados Unidos, el que más influencia internacional tiene, es el cómo relacionarse con los gobiernos musulmanes, la gran mayoría de ellos poco democráticos. Si trabajan con ellos se les tacha de hipócritas, de predicar la democracia y apoyar la autocracia, de contribuir a la represión de los pueblos. Si, por el contrario los presionan, se les acusa de imperialistas que interfieren en los asuntos internos de otros países. Es lo que sucede hoy con Siria donde el régimen (con “asesores” iraníes) masacra a sus ciudadanos ante la impotencia occidental cuya posible intervención es paralizada por países como Rusia y China. Para hacer las cosas más difíciles aún para Occidente, la radicalización religiosa en esos países es grande y va en aumento, con el peligro de que un nuevo gobierno esté controlado por movimientos extremistas, rabiosamente antioccidentales, como parece estar sucediendo en Libia y Egipto y, si fuere el caso, en países como Arabia Saudita o Jordania. Por esto no pocos especialistas consideran que es imposible hacer que en países sin la cultura política adecuada puedan perseverar regímenes democráticos y que es un desperdicio de vidas y recursos tratar de que en regiones como Afganistán, Irak o Egipto, pueda instaurarse una verdadera democracia.
Muy discutida fue la obra de Samuel Huntington, El Choque de las civilizaciones, publicada en 1996 y en la cual afirma que, después de la terminación de la guerra fría con la desintegración de la Unión Soviética, los más graves conflictos mundiales serían, no por motivos ideológicos como entre democracia y comunismo, sino por razones culturales entre las grandes civilizaciones existentes. Las manifestaciones violentas de los últimos días en muchos países musulmanes parecen confirmar la hipótesis de Huntington. La cultura europea, Rusia incluida, y de las Américas, se fundamenta en el cristianismo, religión que le infundió sus principios éticos y familiares. Inclusive, la esencial separación entre Estado e Iglesia se basa en la frase de Jesús, “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
El cristianismo evolucionó con los siglos, lo que no sucedió en la misma forma con el islamismo, de allí las concepciones en estos países sobre la mujer, las leyes de la herencia, los extranjeros, etc. (Irán, Arabia Saudita). Kemal Ataturk luchó contra esta concepción medieval en Turquía pero, aún allí, el radicalismo religioso se hace sentir y a través del mundo musulmán aumenta la presión para instaurar gobiernos que apliquen la ley coránica (sharia). ¿Cómo resolver el dilema? A Estados Unidos, como líder de la cultura occidental, quiero decir de los principios democráticos, de la separación de Iglesia y Estado, de los derechos de la mujer, corresponde tomar la iniciativa para lograrlo, de lo contrario y parodiando a Huntington, la frontera con el Islam podría ser muy sangrienta.