A LO grande | El Nuevo Siglo
Viernes, 31 de Mayo de 2024

El dilema para un nuevo gobernante de construir sobre lo construido y de dar continuidad o de echar para atrás actuaciones de sus antecesores, muchas veces de sus opositores, es la decisión tal vez más difícil para ganar el debido reconocimiento y cumplir sus promesas de campaña.

La decisión del Concejo de Bogotá de aprobar y revivir parcialmente la construcción del proyecto del tramo norte de la Avenida Longitudinal de Occidente, ALO, en el Plan de Desarrollo “Bogotá camina segura” de la administración del alcalde Galán, es un claro ejemplo de sincronía entre las promesas de campaña y el voto de confianza que ganó las elecciones, bajo una apreciación de una necesidad apremiante para este sector de la ciudad, al menos hasta donde es posible no irrumpir en la reserva ecológica, con predios ya comprados, estudios técnicos cabales y ¡una visión planeada desde el año de 1961!    

Su vuelco consciente y por entero lo quiso dar el gobierno anterior, de la alcaldesa Claudia López, en coincidencia milimétrica con el presidente Gustavo Petro, con la propuesta de destinar los predios ya adquiridos para un uso social diferente a la motivación que los originó. Si bien el proyecto prevé los inconvenientes iniciales del trazado, que indica el respeto a un componente importante de la reserva ambiental Thomas Van der Hammen y los humedales.

Claramente la alcaldesa se la jugó a frenar el proyecto y en sustituirlo por la acción estratégica estructurada como la Ciudadela Educativa y del Cuidado y por una opción de trazado para la segunda línea del metro (cuatro estaciones). En documento técnico de la dirección de planeamiento local para el sector noroccidente, se llamaba a los predios destinados a la avenida como la reserva de la ALO, se identificó como la columna vertebral del sector y como eje de potencial desarrollo. Viene a la mente al respecto el adagio popular de “una cosa es otra cosa y otra cosa es otra cosa”.

Ya en la mesa de Bogotá del plan de desarrollo de Gustavo Petro se pedía incluir la posibilidad del cambio de destino de los predios adquiridos para otro fin inicial, como es una vía concebida especialmente para el transporte de carga, que por razones ambientales quedaba inconcluso el proyecto entero transversal.

Entra entonces el juego de prioridades y los discursos políticos, muy en la línea de “confunde y reinarás”, para poner sobre la mesa a voces, con el ánimo de ser oídos por los ciudadanos, de tratarse de una decisión que va en contra de la universidad y el equipamiento que se pretendía construir -aunque apenas arrancando sus estudios- para llevar a cabo el Campus universitario de Suba. Y entonces queda en el ambiente una afirmación, no justa, de decir que el asfalto le ganó el pulso a la educación y el cuidado. Pero, no es cierto.       

Guardadas las debidas proporciones, la Ciudadela puede proyectarse en otros predios, sin tacharla del espectro, como lo ha dicho el alcalde. La importancia de la resurrección de la ALO del noroccidente radica en la calidad de vida que le puede representar a los cerca de 768 mil habitantes de Suba (similar a la población de ciudades intermedias), siendo este uno de los sectores con mayor densidad poblacional (368 habitantes por hectárea, 258 por manzana) y a los bogotanos en general.

La jurisprudencia constitucional es clara en afirmar que el derecho a la libre circulación y residencia es una libertad fundamental que impone a los Estados una obligación de garantizar el libre y goce efectivo de transitar, lo cual a su vez implica asegurar las condiciones dignas. Para resaltar se habla también de “goce efectivo”. A Bogotá, A LO grande, como Medellín o Barranquilla, sí que le conviene avanzar sobre lo construido.

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

atisbosmariaelisa@gmail.com