LORENA RUBIANO FAJARDO | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Noviembre de 2011

 

La culpa es del planeta 
 
¿Si ya destruimos la mitad, por qué no salvamos la que nos queda? ¿Quién tiene la culpa? 
¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo la irresponsabilidad del hombre en sus desmanes contra la naturaleza?
¿Los gobiernos y sus autoridades ejercen los controles necesarios para evitarlo?
¿Los desarreglos ambientales son accidentales o debidos a la contaminación ambiental, al efecto invernadero, a la falta de educación o a la escasa  participación de los habitantes del planeta en estos temas? 
 
Qué tristeza el hábitat que les estamos dejando a nuestros hijos y a la futuras generaciones.
No saciamos nuestro espíritu depredador. Tenemos  que controlar los intereses económicos y la vida de consumo para poder  mantener el equilibrio con la naturaleza.
Somos culpables todos, somos de una irresponsabilidad infinita, y cada día gastamos miles y miles de pesos en buscar soluciones que nunca llegan y nuestros compatriotas sufren callados y la respuesta de nuestros dirigentes es que el culpable es el invierno, o mejor dicho, el planeta. Es necesario ser más drásticos a la hora de legislar y tener unas leyes de crisis, de emergencia que permitan dar respuestas inmediatas a corto plazo y establecer el tema ambiental como materia de estudio obligatorio, desde la escuela primaria hasta el último año universitario. Tenemos que educar para el desarrollo sostenible. 
Nosotros tenemos la habilidad de destrozar cuanto se nos  atraviesa en el camino porque nadie nos controla y porque no se nos ha inculcado el sentido de responsabilidad ecológica.
Debemos realizar un gran juicio universal contra los países que no están contribuyendo en  la misma proporción, para evitar la destrucción y llevarlos a un gran tribunal ambiental para hacerlos culpables de este desastre  y obligarlos a que no sigan  arrasando el planeta, hasta que sea demasiado tarde para volver atrás.
 
No hay voluntad política para afrontar el problema en su totalidad. Definitivamente la  culpa es  del afán ciego de una mal llamada civilización. No hemos entendido que, a diferencia de la naturaleza, no estamos evolucionando, estamos dañando, destruyendo. El problema radica en la escala de valores que aplican y cómo ignoran el valor de la salud de nuestro mundo por parte de quienes creen  que las riquezas naturales son eternas y que el mar y la atmósfera son los  basureros.