La clase policita colombiana haría bien en tomar nota del comportamiento ejemplar y heroico de la Selección Colombia. Sobre todo en lo que se relaciona con el poder y la manera de ejercerlo. Los episodios colombianos en el mundial permanecerán por mucho tiempo en nuestras retinas y en nuestros corazones.
Todos sus rivales fueron de cuidado y todos encontraron en la Selección a un grupo de guerreros que luchaban sin dar cuartel, dejando el pellejo en las canchas soviéticas. Fue una entrega total sin tener en cuenta egoísmos o cálculos individuales. Fueron jornadas en las cuales, un país acostumbrado a la división y a la polarización, hizo un alto para aunar voluntades e ilusiones.
Mucha falta nos hacía lograr un milagro como este. En momentos en que se avecina un cambio de timonel en la conducción del Estado y cuando hay muchos más interrogantes e inquietudes que certezas estos gladiadores tendieron valiosos puentes para mirar con más optimismo un futuro que nos puede ser muy promisorio.
Viene un cuatrienio de características y estilo muy diferente al que termina. Solo tiene como lugar común una paz que se muestra muy esquiva y que está aún lejos de ser estable y duradera. Infortunadamente, más para mal que para bien los colombianos estamos divididos de por mitad. Prácticamente somos dos países que no solo piensan diferente sino que tratan de no parecerse en absoluto.
La salida de este laberinto puede estar en lo que por fin Duque se decida hacer y Uribe lo deje hacer. El esfuerzo nacional debe concentrarse en obligar a estos dos protagonistas, que busquen unos acuerdos, eso sí fundamentales como los concebía Álvaro Gómez y no Gustavo Petro, y que tendrían que ver con el mantenimiento del orden público, la lucha contra el crimen organizado y la corrupción y sobre todo con un definitivo afán por erradicar los narco cultivos.
Así como el proyecto futbolero nos arrojó a todos, debemos buscar que esos proyectos prioritarios conciten la voluntad política de los partidos y movimientos mayoritarios y se pueda legislar sobre las urgentes e inaplazables reformas que el país reclama. Pueda ser que este descanso obligatorio a que una cerril potranca obligo al ex presidente Uribe, le sirva a este para que se dé cabal cuenta de que su buena voluntad depende en gran parte nuestra estabilidad política y económica.
Nosotros estamos convencidos que el nuevo presidente tiene la sartén por el mango y que si procede con firmeza y con convicción, el país entero lo respaldará. No será una tarea fácil porque la agenda nacional tiene muchos y variados frentes, todos muy conflictivos. Por lo demás nuestro presupuesto nacional está muy desfinanciado y no pocos activos fiscales amenazan hacer agua.
La gran responsabilidad de Iván Duque será pasar a la historia como el mandatario que supo interpretar a un pueblo que no puede darse el lujo de seguir aplazando las soluciones de fondo. El ex presidente Uribe tendría aquí el papel histórico de servirle de guía y tutor. ¿Será que estamos soñando despiertos?
Adenda:
Repetimos para no olvidar: “El futuro dependerá de lo que haga Duque y lo deje hacer Uribe”