Han aparecido dos planes que en el fondo son complementarios, sobre cómo habrá de desarrollarse la recuperación económica y social del país una vez pase la pandemia. El primero es la propuesta del Gobierno plasmada en un documento Conpes que pronto se expedirá de manera formal. Y el segundo lo conforma un paquete de propuestas que ha preparado el Consejo Gremial con la colaboración de Fedesarrollo.
El primero es un documento Conpes que aún está en consulta ciudadana, pero que ya bosqueja la magnitud que tendrán las tareas para recuperar la economía y el empleo. Es un programa con un costo que asciende a 170 billones de pesos y cuya aplicación se extendería hasta el 2026. Se trata prácticamente de un nuevo Plan cuatrienal de desarrollo -que actualiza el que está vigente- a la luz de los desafíos de la pandemia. Y con el cual se espera generar un millón de empleos.
Este programa, por su magnitud, tendría que ejecutarse mano a mano con el sector privado que, se estima, deberá aportar cerca del 75% del costo total. En el borrador que está circulando se encuentran centenas de programas y subprogramas que serán indispensables ejecutar en lo que pudiéramos llamar la planeación de la pospandemia. El documento gubernamental subraya cómo sin el sector privado todos los intentos de recuperación se quedarán cortos. El Estado no puede hacerlo todo. Más aún: dada la magnitud de los requerimientos, lo que puede hacer el Estado a través de sus presupuestos -por mejor voluntad que se tenga- resulta insuficiente frente a las gigantescas necesidades.
En segundo documento es el que ha preparado el Consejo Gremial en el que se han detectado ocho grandes barreras que habrá que superar para echar a andar la recuperación económica y social del país. Se le ha denominado “agenda empresarial para la recuperación”. Llama la atención este documento sobre la urgencia que tiene recuperar los niveles de inversión que se han visto seriamente averiados por el coronavirus. Mientras la inversión creció un 8% anual entre 2011 y 2013, y entre 2014 y 2016 lo hizo a una tasa anual del 3%, en el segundo trimestre del año en curso cayó un 32%. Si no recuperamos los ritmos históricos de inversión, dice el Consejo Gremial, será imposible volver a los terrenos normales de crecimiento.
Ambos documentos son un aporte útil para visualizar la magnitud de la tarea que Colombia tiene entre manos. Hasta el momento lo que se ha hecho es suministrar a la economía y a las empresas más débiles los “primeros auxilios”. La tarea de la reconstrucción apenas comienza. Este año, como lo acaba de reiterar el comité de la regla fiscal, tendremos un crecimiento negativo del 6,8% (más acentuada que el originalmente previsto). Y podría ser aún mayor el desplome. Los datos del PIB para el tercer trimestre (caída de cerca al 9%) demuestran que la recuperación va a ser menos fácil de lo que se esperaba.
Estos dos documentos son también una bitácora de la ruta que hay que seguir hacia las reformas estructurales que están pendientes. La reforma laboral, la pensional, la fiscal y la tributaria son asignaturas que aún no aborda el país. Tendrá que hacerlo pronto. Y para ello un acuerdo político de gran aliento entre los diversos grupos políticos será tarea imprescindible en los próximos meses. La comisión de la regla fiscal ha llamado la atención sobre lo inconveniente de dejar entre el tintero las reformas estructurales.
El camino es largo. Pero hay que emprenderlo con decisión. Y estos dos documentos son ingredientes útiles para entender la magnitud del reto que tenemos por delante.
La esperanzadora noticia de que posiblemente se tendrá una vacuna disponible para el primer semestre del año entrante, y una vez superemos el brote del coronavirus que aún causa estragos, vendrá el tiempo de pensar en grande y de ejecutar las reformas de fondo. Lo urgente (que es en lo que hemos estado hasta ahora) no debe hacernos olvidar lo fundamental. Y para estos efectos los dos documentos mencionados resultan útiles.
PD: La gravedad del desastre natural que ha golpeado a San Andrés y a Providencia amerita que recordemos experiencias exitosas de reconstrucción del pasado. Pienso en el modelo de gestión que se puso en marcha en Armenia y en la zona cafetera circundante golpeada por el terremoto en 1999. El modelo gerencial que entonces se montó, y que vinculaba al sector gubernamental con el privado, dio buenos resultados y mereció inclusive el elogio del Banco Mundial. Algo por el estilo debería diseñarse ahora.