“Esta es mi verdad y no la cambio”, dicen los colombianos. Nadie admite equivocaciones, mentiras, despistes, o malas intenciones. De un tiempo para acá, el pregón de la verdad se ha adueñado de este país, cada vez más polarizado y repleto de odio, conducido por una dirigencia que sacrifica lo que sea, para obtener dignidades, adeptos, privilegios, ventajas, beneficios, absoluciones, o lo que sea.
Todos son poseedores de la verdad y a nadie se la admiten. Posan de prohombres absolutos para un país que quiere liberarse, sanearse y pacificarse, con equidad, justicia social y democracia participativa. Aplican trampas y “jugaditas” para usurpar los derechos de un pueblo honrado, trabajador y progresista que quiere alcanzar progreso, independencia, desarrollo y felicidad para 50 millones.
Como únicos poseedores de la verdad, se tienden como burros muertos en la mitad del camino para impedir que haya la menor posibilidad de que Colombia sea de todos, por todos y para todos. Su verdad busca lo contrario: apartar este país de convivencia, igualdad, tolerancia y perdón.
Nuestra justicia se presta para buscar “chivos expiatorios”, que escudan los más crueles crímenes, persecuciones, fraudes y rapiñas. El pillaje y el asesinato son moneda común. La guerra nos ha rodeado desde siempre, por parte de liberales o conservadores; comunistas o “godos”; castrochavistas o uribistas; o izquierdistas o derechistas.
Han inventado toda suerte de sanciones para que, los gobernantes de cada época, puedan garantizar y usufructuar sus privilegios. Ejemplo jocoso lo narra Humberto de la Calle en su última columna con la “ley de los caballos” de Rafael Núñez. Y qué decir de las normas para arrebatar tierras a los campesinos y alimentos de los niños, o las que permiten manipulación de testigos y legalizar la corrupción.
Por todo ello es que la “pelea” se centra en los falsos poseedores de la verdad. ¿Quién asesinó a tal o cual? Es la pregunta sin respuesta, porque los dueños de la verdad, solo la utilizan para desvirtuarla. Los crímenes de Rafael Uribe, Gaitán, Galán, Gómez Hurtado, han quedado en la más completa oscuridad.
Han encontrado o disfrazado culpables, cuidadosamente ubicados por los poseedores de la verdad absoluta quienes, desde el mismo instante en que ocurre el delito, se lo endilgan a quienes necesitan señalar, mancillar o borrar.
Para los asesinatos de estos líderes se han precintado culpables, que por años los han dejado en la impunidad. Así se ha descubierto el caso del magnicidio del líder Álvaro Gómez Hurtado. Las Farc, confesaron el crimen, para el cual los dueños de la verdad ya habían perfilado otros culpables. Y así ocurre con todo lo nuestro. Aquí la verdad no existe y no existirá jamás, porque detrás de cada verdad hay un interés, un odio y una carencia de perdón que lo impiden.
BLANCO: Acertó el Presidente Duque: llega el ministro Wilson Ruiz, con propósitos de paz, reconciliación, justicia, reparación, no repetición y verdad.
NEGRO: Los buenos propósitos de Biden para Colombia.