La crisis por la que atraviesa la justicia en este momento es la peor que ha vivido en su historia. La corrupción ha pasado por muchas instituciones del Estado, pero lo que nunca se esperaba es que llegara al máximo tribunal de la justicia ordinaria, comprometiendo a varios exmagistrados e incluso a un Magistrado en ejercicio. Tan grave es la situación, que la descomposición que comenzó a delatarse en la fiscalía anticorrupción compromete a varios congresistas, sigue con los exmagistrados, y hace que los escándalos de hace algunos meses en las adjudicaciones y contratos por infraestructura y en las pasadas campañas presidenciales, aparezcan como delitos menores y no sin razón. Es que lo que no puede corromperse en la sociedad es la justicia, pues está llamada a ser el bastión de la sociedad.
El daño que se la ha hecho a la institucionalidad colombiana es de proporciones descomunales; se ha perdido la confianza de la sociedad en sus jueces; la paz que se busca desde hace tantos años y que por fin se ve cerca, pierde el principal soporte, porque sin justicia, los anhelos de paz caen en el vacío. La percepción que ahora tienen los colombianos sobre su aparato de justicia es totalmente desfavorable, al punto que sobrepasa la realidad misma. La sociedad colombiana se encuentra inmersa en un gigantesco caos.
Señalaba Chesterton que “la única manera de enfocar un mal social consiste en fijar enseguida un ideal social”. Nos preguntamos por tanto: ¿Que vamos a hacer los colombianos para restablecer la confianza ciudadana en nuestro sistema de justicia? Muchas propuestas suenan, algunas bastante improvisadas. Todas las reflexiones deben estar encaminadas en la búsqueda de estas soluciones. Habrá que tomar medidas drásticas que seguramente no gustaran a todos; las Cortes deben depurarse, y desde la cabeza hacia abajo todo el sistema.
Un gran pacto social por la justicia debe ser el resultado de la voluntad ciudadana y debe contar con el respaldo de todos los actores sociales. El ideal perseguido -la justicia- es lo importante, para la estabilidad futura de nuestra nación, tanto que Aristóteles lo vio más maravilloso que “la estrella de la tarde y que el lucero del alba”. Empeñémonos con firmeza en buscar la solución; que se comprometa toda la sociedad; que quienes se empeñan en liderar los procesos políticos demuestren su capacidad de entrega y de liderazgo encabezando este gran proceso para reinstaurar la justicia en Colombia.
El inmenso mal que han ocasionado algunos pocos, no pueden obnubilar el sueño de muchos de poder vivir en una sociedad en paz y más justa. Este empeño requiere firmeza, para que podamos señalar como Tocqueville que en Colombia “el juez es una de las primeras fuerzas políticas”. Pero una energía no para callar a los otros poderes, ni para ocupar espacios que no le corresponden, sino para procurar que la justicia se instale entre nosotros.