Todos, absolutamente todos los gremios y sectores productivos han sido democráticos y respetuosos con el gobierno de Petro, han intentado ser propositivos con la ilusión de encontrar consensos que beneficien al país y permitan el crecimiento de sus sectores.
Inclusive, han sido generosos al intentar entender la visión ideológica del gobierno para lograr, sin pegarse un tiro en el pie, avances hacia los objetivos políticos del petrismo.
Pero, para su decepción, no encontraron una postura concertadora sino, más bien, maltrato, imposición y estigmatizaciones.
Acá no estoy hablando de los mega ricos, sino de ese 96% de mipymes que componen el tejido empresarial de la nación. Pequeñas y medianas empresas que en su momento nacieron gracias al coraje y creatividad que sus fundadores tuvieron para emprender en un contexto adverso, con riesgos y ante un sistema que pareciera diseñado para asfixiarlos entre impuestos y excesivas regulaciones.
Me refiero al tendero, al dueño de un taller mecánico, al florista, al restaurantero, al empresario mipyme, Dios, ¡al emprendedor!, que como todos los anteriores y más son valientes. Personas que asumieron riesgos financieros y personales bajo la esperanza de salir adelante y, con ese éxito, construir país por medio de la generación de empleo y la creación de valor.
Milagros de nuestra sociedad, que gracias a inimaginables esfuerzos y años de dedicación hoy son estables y contribuyen al desarrollo y a la movilidad social gracias al empleo.
Petro y la izquierda radical se equivocan al llamarlos paramilitares y golpistas. ¡No lo son! Ninguno está empeñado en tumbar al presidente, sino en sobrevivir a una hora oscura de la economía colombiana que el mismo mandatario en muy buena parte ocasionó.
Tarea difícil, sobre todo cuando este inicio de año pinta ser nefasto. Las cifras hablan por sí solas: La vivienda y construcción con contracción del 24% y en 2023 con aún peor indicador; El crecimiento industrial cayó 51% y febrero aparenta ser el peor mes para Fenalco cuando el 84% de sus afiliados afirmaron una reducción drástica en sus volúmenes de ventas; Ventas minoristas así como el sector de manufactura suman 11 meses seguidos de crisis; La confianza del consumidor se mantiene en terreno negativo y, por otro milagro, la confianza inversionista medio se mantiene porque los mercados impresionados han visto que, Colombia, a pesar de la grave coyuntura, ¡aguanta!
Carajo, ¿por qué será? Por los empresarios, ¡no por el Estado! El odio que emana el socialismo por el libre mercado sí que es histórico, no debería sorprender, pero tampoco aceptarse. Producir como empleador y como empleado es sumamente complejo, gastar del erario, por otro lado, es sencillo y casi nunca acarrea consecuencias para el político.
Necesitamos valorar lo que tenemos entendiendo que siempre existen espacios de mejora, pero, el discurso del presidente, más allá de lo político, nos conduce hacia la destrucción de lo que con empeño hemos logrado alcanzar y, lo peor, no permite avanzar.
Es infértil intentar convencer a los que hoy gobiernan, su ideologización e idolatría a una visión utópica impracticable es inamovible, seguirán hasta al final sin importar los costos y la pérdida de tiempo, pero, a lo mejor, esta columna y los innumerables esfuerzos de muchos ayuden a convencer a la ciudadanía de la importancia del sector productivo y del desarrollo económico para la superación de la pobreza y un mejor mañana.