Está bien que busquemos otras opciones para cambiar a WhatsApp. Está bien que le prohibamos a Facebook que use nuestros datos (así sea en post de Facebook). Y está muy bien que le demos un verdadero valor a nuestros datos personales.
Definitivamente, algo cambió. Y algo grande. El fiasco de las nuevas condiciones de uso de WhatsApp sienta un precedente gigante. Para los que no se saben el cuento: que la plataforma intentó hacer un cambio en sus términos y condiciones para los usuarios del servicio para empresas, pero se volvió en noticia mundial, porque los usuarios comenzaron a dimensionar qué detrás de los gigantes siempre hay prácticas bastante debatibles con la información que almacenan.
Hasta hace poco, la noticia de una actualización de WhatsApp o de Facebook era una novedad que apenas leían los gomosos de los temas tecnológicos y uno que otro usuario desprevenido. Sin embargo, con la andanada miles de usuarios tomaron nota de lo invasivo y poco transparente que puede llegar a ser el uso que le dan los grandes chachos de internet a la data personal. Y eso puede ser un cambio histórico.
El hecho de que cientos de usuarios se migren a otros servicios de mensajería, en busca de mayor privacidad y en últimas de una promesa de mejor trato de la información no debería ser tomado a la ligera. Lo que está pasando es que las personas -antes que los usuarios- le están el valor que se merece a esos datos que parecen irrelevantes como la ubicación, las preferencias o hasta los pensamientos e ideologías políticas.
Por muchos años, los gigantes de internet se aprovecharon del sofisma de la gratuidad para recolectar información preciada de las personas. Pero sí había una transacción. Detrás de esa cuenta gratuita en Facebook o esos mensajes sin costo en WhatsApp existía un valor que se pagaba en datos. Básicamente, todo lo que uno hace en estas redes se vende al por mayor a miles de empresas de todo tipo para que puedan aumentar sus ventas. Y ojo, no digo que esto esté mal.
Es cierto, aceptamos sin mayor temor esos términos y condiciones. Pero es que los gigantes son vivos. Esconden decenas de micos en mamotretos que muy pocos leen con detenimiento. Pero en el fondo, los usuarios no somos bobos. Sabemos que nuestros datos son rifados por todos lados. Al final, lo que nos interesa es precisamente la interacción.
Lo que los gigantes de internet no quieren aceptar es que detrás de lo que ellos llaman usuarios hay seres humanos. Y los humanos se cansan. Los humanos se cansan de que los bombardeen con publicidad cada cinco segundos. Los humanos se cansan de sentirse vigilados. Los humanos se cansan de engaños metidos en grandes contratos. Los humanos serán el coco de WhatsApp y sus amigos.