Nuestras marchas están como el covid-19: cada una lleva su linaje. Para el gobierno son “subversivas”, para la derecha “petristas”, para Duque “antiuribistas”, para la izquierda “esmadistas”, para la alcaldesa “petro-uribistas” y así sucesivamente.
El maremágnum en que nos encontramos ha llegado a límites insospechables. Nadie imaginó los niveles que alcanzaría un movimiento que empezó pacíficamente, pero que tornó por senderos de violencia, cuando el Jefe del Estado impulsado por la arrogancia se negó a dialogar y a negociar con los dirigentes sindicales, que solo pedían modificar una onerosa reforma tributaria que muy pocos colombianos alcanzarían pagar. Los llevaría a la hambruna, la miseria, el desempleo y la inseguridad.
El asiento de Duque en las negociaciones, hizo recordar al de “Tirofijo”, en el Caguán. ¿Quién habrá aconsejado al presidente en estos trágicos, siniestros y penosos momentos? No fue Uribe, de quien tanto se sospechó, por su experticia en el manejo de los hilos de las figurillas de Manzur.
Además, el mentor caminaba hacia el abandono de la dirección del Centro Democrático, mostrando su espalda a un Duque sin autoridad para gobernar, porque se negó a militarizar el país, cuando se lo ordenó. El uno y el otro, pensaron simultáneamente con horror lo que significaba la situación jurídica del innombrable. Era urgente una salida para escapar a la más estruendosa derrota del CD en el 22.
Uribe se fue -por lo menos así parece, porque así lo dijo-, no sin antes dejar a la intemperie a Duque, quien debe asumir toda la responsabilidad de lo que ocurra. “¡Aprecio a Duque!” dijo, pero no guardó la daga, con la que le propinó las más duras recriminaciones: “Le han impuesto falta de autoridad a todos los niveles. Su reacción ha sido tardía, como ocurrió en Cali. Le faltó ordenar la presencia militar en las calles”.
El retiro de Uribe del CD, más no se sabe si de la política, como se lo gritan las encuestas, fue celebrado por la oposición y al parecer por algunos de las propias toldas uribistas. Los primeros lo consideran un oportunista, “que quiere presentarse ahora como independiente y casi que como opositor al gobierno Duque”. Deja a la Cabal y a Tomás en la lista de presidenciables.
Nadie creyó vivir lo que acontece. Queda al descubierto arrebato, delirio y excitación, ante la proximidad de las elecciones del 22. Se recrudecen la polarización, el odio, el rencor y la rabia, con funestas consecuencias.
El linaje de lo que veremos, podría ser el principio del fin de lo que Colombia se perseguía con un Proceso de Paz, que difícilmente se enderezará con actitudes como las que vivimos. La guerra se avizora sobre los cielos de Colombia y puede caernos encima, a menos que Duque, sin acoso externo, hace algo por esta nación y por su gente.
BLANCO: Duque, ya solo, merece un respaldo nacional.
NEGRO: Pacho fue quien consiguió las vacunas, pero otros ganan las indulgencias.