Hoy nadie puede llamarse a engaño. El señor Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, irrumpió en la política para cambiar para siempre “el modo correcto” de hacerla. Contra todas las posibilidades, contra todos los pronósticos, contra todo lo que aconseja el sentido común, este personaje variopinto y excéntrico, está conduciendo a su país por una senda que a veces parece llevarlo hacia la cumbre y en otras parece conducirlo al abismo.
Ejemplo bien diciente de este aserto ocurrió esta semana que termina con los episodios y circunstancias que han rodeado su encuentro con el dictador de Corea del Norte, Kim Jong Un. Desde hace varios meses Trump tiene al mundo en vilo sobre como desarrollará esas relaciones y que provecho busca con ellas. Cuando llego al salón oval, el tirano asiático era visto como el “enemigo público número uno” de Washington. Hoy lo presenta como su nuevo mejor amigo.
Con sus otras actividades, compromisos y amistades parece que Trump disfruta llevándole la contraria a sus críticos. Es como si su errático proceder fuera fríamente calculado para lograr los efectos deseados. Pero lo grave del asunto es que las actividades de Trump en este circo, está afectando seriamente las buenas relaciones norteamericanas con Gran Bretaña, con la Comunidad Europea, con China y también con América Latina, es como si se hubiera propuesto hacer lo políticamente incorrecto para ir en contravía de la opinión internacional. Lo delicado del asunto es que el gobierno estadounidense ha dejado de ser confiable para sus aliados, incluyéndonos a nosotros, los colombianos.
Un drama que amenaza la propia estabilidad política y económica del coloso del norte y que infortunadamente depende del humor del inquilino de la Casa Blanca. Por esto es que hoy nosotros rezamos para que el señor Trump no nos “descertifique”.
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Con el presidente Iván Duque parece ocurrir algo similar pero en diferente frecuencia. Desde sus primeros pasos en la política criolla nuestro joven mandatario ha querido sinceramente hacer las cosas bien y ser reconocido como un político sereno, serio y creíble. En pocas palabras “una persona aconductada”. Pero las cosas infortunadamente no le han salido como él quiere porque tiene un mentor que le respira en la nuca y que tiene su propia agenda, sin interesarle la que pueda tener su pupilo. Esto es tremendamente injusto ¿pero quién puede con Uribe y su viudez de poder?
Otros mandatarios en otras latitudes tampoco han podido domar esos corceles salvajes, una rápida mirada y podemos apreciar como Bolsonaro en Brasil, López Obrador en México, Macri en la Argentina, May en la Gran Bretaña, Erdogan en Turquía, y algunos otros han hecho que el ejercicio de la política antes sensato y deseoso de acertar, sea hoy una loca ruleta rusa, en donde los perjudicados son las inmensas audiencias de los gobernados.
¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿Por qué todo el mundo se entera al instante de las falencias y metidas de pata de sus líderes? ¿Por qué tanta indignación y descontento en las opiniones públicas de tantos países afectados? Simplemente porque las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones cambiaron radical y dramáticamente nuestra forma de relacionarnos con ellos y segundo a segundo, hora tras hora y día tras día nos entregan “en vivo y en directo” la vida parroquial y mundial.