Entre las muchas novedades del panorama colombiano se cuenta la aparición de las llamadas iglesias cristianas (nuevos cristianos, los llamo yo) y su crecimiento en forma importante. Además, se han adentrado en las aguas de la política sin mucha pena y sí más bien con mucha decisión. Esto, como siempre ha sucedido, les traerá sobre todo dolores de cabeza pues de la mezcla de política y religión, nunca queda nada bueno. Pero estos nuevos cristianos allí están y se hacen sentir de diversas maneras en la sociedad colombiana. Y por la forma como piensan y actúan será muy importante que nadie los mire con desdén pues tienen un claro espíritu proselitista en lo religioso y en lo político y están ya bastante presentes en la esfera pública de la vida nacional.
Para algunas personas esta nueva presencia no es cómoda y menos en el campo de lo público. Piensan que allí no debe haber ningún espíritu religioso. Pero las cosas son diferentes y tienen su explicación. Es tan desastrosa la administración pública local y quizás nacional en muchos aspectos, que no tiene nada de extraño que estas nuevas congregaciones religiosas, marcadas siempre por algún grado de mesianismo, sientan que tienen la misión de llegar a purificar y cambiar el estado de cosas. Los políticos tradicionales lo han entendido, es decir, han entendido cuántos votos son capaces de poner los nuevos cristianos, y de ahí que en cada campaña no perdonen la ida a alguna asamblea de ellos para tratar de congraciarse y sumar adeptos. Aquí no funcionan las teorías del estado laico pues a estas personas ese tema les resbala.
Y no es menor la reflexión que debe seguir suscitando entre los católicos todos, esta nueva presencia religiosa. El clero ya ha analizado muchas veces el fenómeno y ha hecho algunos actos de contrición por los errores o la falta de impulso misionero que han abierto espacio para nuevas confesiones cristianas. Pero no hay todavía una respuesta suficientemente contundente para consolidar la pertenencia a la Iglesia de muchos de sus miembros que han ocupado un lugar muy marginal en este cuerpo religioso o que incluso poco y nada han sido atendidos pastoralmente. No es solamente un tema de números o proporciones. Es que el crecimiento de este nuevo cristianismo, situará a los católicos en una posición muy distinta dentro de la comunidad colombiana. Y eso, al menos como ejercicio de pensamiento, hay que analizarlo detenidamente. Como conclusión primera de este fenómeno cristiano neo en Colombia, hay que reconocer que por razones tanto políticas como religiosas, no hay nada de raro en que se esté presentando.