En Colombia, y seguramente en otros países, estamos “protolocos” con el exceso de normatividades. Nuestro Gobierno, experto en desempolvar palabrejas para “gobernar” a su manera, fue a lo profundo del diccionario y se encontró con el término protocolo que sirve para todo: parafernalia, fasto o cuaderno.
Para lo divino y lo humano, pero ante todo para prohibir hasta lo prohibido. La Constitución ha sido superada por los protocolos. Estamos manejados, conducidos y atemorizados por la dictadura de los protocolos. La Constituyente, con la que nos amenaza el Centro Democrático, para asustar a un país que rechaza el autoritarismo incluyendo el venezolano, fue aplicada con esta lluvia de protocolos. Pocos entienden la palabrita, pero todos la deben acatar, sin chistar. Con los protocolos, encierran a los viejos, manipulan el transporte, aíslan pueblos y ciudades. Para todo hay protocolo. Por protocolo, el Congreso solo legisla sobre los carrieles de Jericó. La justicia se entiende protocolariamente a través de redes, excluyendo los expedientes de AIS. La Fiscalía amenaza.
El protocolo es más peligroso que el coronavirus. Puede aplicar exageradas multas o contaminantes prisiones.
Hay víctimas de protocolos por todas partes. Aquí y en el exterior. Los colombianos a quienes los alcanzaron en el exterior cuando se cerró Eldorado, están “protocolados” en pasillos de aeropuertos, en calles o arrimados a parientes o amigos caritativos, sin un peso, sin un dólar. Su “humanitaria” patria los conmina a comprar carísimos pasajes, para regresar, a pesar de disponer de los que adquirieron al emprender el viaje. Están a merced de contaminarse en su deambular por el exterior. Los curiosamente llamados vuelos humanitarios, parten de ciertos aeropuertos, hasta donde deben trasladarse los compatriotas en transportes costosos e inseguros. Los noticieros de televisión de Estados Unidos, muestran la forma lastimera e infrahumana que afrontan estos colombianos “protocoloabandonados”. Si el Gobierno permitiera los vuelos internacionales podrían regresar con sus pasajes, no con los carísimos que deben comprar, porque como afirman algunos empleados consulares, detrás están dudosos contratos que demeritan la mano humanitaria del Estado. El único vuelo realmente humanitario fue el de China. Los demás llevan el sello del protocolo y sus lucrativas secuelas.
Tal vez ha hecho falta una racional campaña que divulgue los reales peligros de estos virus, para que los colombianos aprendamos a cuidarnos y tener una disciplina sanitaria segura para toda la población. Que Duque eduque para volvernos “Nocovid”, sin necesidad de recurrir cada noche a sus dictatoriales y odiosos protocolos.
BLANCO: Los días sin IVA.
NEGRO: El protocolo para justificar lluvia tóxica sobre Jamundí.