Más de diez millones de colombianos votamos por Iván Duque Márquez para que nos gobierne los próximos cuatro años y restaure nuestra confianza en la cosa pública. Se trata de un joven político “sin dobleces en el alma”, como solía decir Álzate Avendaño y que hace apenas cuatro años irrumpió en la escena política, sin más aval que el padrinazgo y la confianza del ex presidente Álvaro Uribe Vélez.
Podemos decir, que, desde el primer momento de su “alumbramiento”, el país comenzó a fascinarse con su sencillez, su aplomo, su conocimiento y sobre todo con su trasparente decencia personal. Tuvimos el honor y el privilegio de gozar de la amistad de su padre, Iván Duque Escobar, el hombre que lo formó moralmente y le inculcó la responsabilidad política.
Si uno se toma el trabajo de profundizar en la hoja de vida de ambos personajes, terminará por convencerse que son su voluntad de servicio desinteresado, lo que los catapultó a la primera línea del combate democrático. Sin bien Iván padre murió tempranamente, sí vivió lo suficiente para ayudar a forjar el carácter que tanto admiran en Iván hijo sus amigos y conocidos.
En un ambiente político tan enrarecido Iván Duque hijo personifica un aire fresco que bien podría convertirse en un torbellino innovador. Hay también en ese ambiente un deseo de acertar y no, simplemente de complacer. Una buena prueba es la conformación del nuevo gabinete, en donde se destacan figuras jóvenes y también experimentadas, pero con magníficos logros.
Ese equipo va acompañar a su gran capitán, que ha prometido y se ha comprometido, con la paz, la convivencia y el desarrollo igualitario y equitativo. Lo menos que pueden hacer ahora los partidos y los movimientos que “en montonera” han corrido a estar en la foto, es mostrarle lealtad y sincero apoyo, sin condicionamientos y sin cálculos burocráticos.
El conservatismo tiene una oportunidad de oro para aprovechar a Duque en esa reingeniería, convirtiéndose en un socio determinante del cambio. Las figuras jóvenes de la colectividad, han entendido que no habrá otra oportunidad para volver a ser el eje protagónico que tantas veces fue en el pasado.
Cambio Radical y la U, deberían también tornar a sus raíces liberales para de esta manera repotenciar al viejo partido y poder figurar en sitio destacado en este remozar de nuestras costumbres. Sería además la mejor manera de reclutar a miles de jóvenes que hoy, preparados y dispuestos buscan su oportunidad de ser tenidos en cuenta.
Lo peor que pudiera sucedernos a los colombianos es continuar con esa indiferencia colectiva que nos caracteriza, cuando de lo que se trata es de luchar comprometidamente contra la corrupción y el narcotráfico, así como de la recuperación de la justicia y del derecho.
Muchos son pues los retos para Iván Duque, pero el principal, “repetimos”, será el restaurar la perdida confianza en el manejo de lo público y en nuestras relaciones con la política cotidiana. Así pues celebremos y compartamos su triunfo y no seamos indiferentes a la suerte de su gestión.