Con gran vanidad, pero también con mucha ingenuidad, los hombres pensamos que seducimos y dominamos a las mujeres, cuando la realidad es que son ellas las dueñas del corazón masculino, cuando está enamorado.
De tantas mujeres que me amaron, ninguna tuvo suficiente riqueza para casarse conmigo. Es fácil morir por una mujer que se ama, lo difícil es convivir con ella. Las mujeres creen que todos los hombres son iguales. Los hombres estamos seguros que todas las mujeres son diferentes. No se puede desestimar el rango, la solvencia económica y moral, las debilidades y ambiciones, su romanticismo y su materialismo.
Un buen conservador puede fascinar y cautivar a una mujer. Claro que esto tiene sus reglas según las costumbres. El buen seductor crea un ambiente de buen humor. Jamás impone con insolencia su criterio. No hace ostentación de su creación y de su sabiduría. Si tienes talento escóndelo. Y si no tienes talento, escóndete.
El experimentado seductor no pone el tema, aproveche que la interlocutora deja ver su pasión por ciertos asuntos. El mejor seductor es un escuchador maravilloso. El comportamiento es sincero, discreto, amable, bondadoso. Si algo lo molesta o lo indigna, tiene que morderse la lengua, y en otra ocasión con infinita diplomacia, explicar el error de la amiga.
Con maestría hay que buscar la variedad en los temas, el tono, el matiz y el espíritu psicológico para mantener vivamente interesada la amistad.
Invariablemente hay que poner punto final a un debate cuando pierde importancia o se nota su monotonía.
Bolívar, amaba la danza, la buena música, el vino, las rosas, el efímero aplauso de las multitudes y las asambleas, los laureles memorables, el tibio seno donde la voluntad desfallece. Toda su vida estuvo iluminada por los rayos de la belleza. Su carrera triunfal fue la victoria del impulso y de la embriaguez.
Goethe, en su romántico libro “Werther”, habla de la necesidad de la felicidad y recomienda evitar hasta donde sea posible, la adversidad, la melancolía y el dolor. Un día con desgracia es la fatalidad. Se viene al mundo a ser feliz, a ser productivo, a lograr las metas deseadas.
Hay que gozar de la amistad, del amor, de las buenas compañías, de las grandezas efímeras, de la luz dorada que capta sobre las colinas. La felicidad es un sentimiento que tiende a la permanencia.
El placer de lo efímero, la exaltación de cada instante.
Desafortunadamente en el mundo estamos casi siempre solos y la felicidad autentica, no es más que la sombra de un sueño. Hallamos entre mil mujeres, unas pocas que nos llegan a la raíz del alma.
La verdadera maravilla del mundo es que la escala de los placeres es inagotable cuando sabemos seleccionarlos y escogerlos.