El próximo 9 de marzo se cumplen 330 años de lo que se conoció como “el ruido de Bogotá”, acaecido hacia las diez de la noche de 1687. Se caracterizó por un ruido misterioso y fortísimo de origen desconocido, acompañado de un intenso olor a azufre, que permaneció en el ambiente durante unos cuantos días. Es un episodio anecdótico de la historia de Colombia, que hizo nacer el bogotanismo “eso fue en los tiempos del ruido”, para significar que había sido hacía muchísimos años.
El ensordecedor y desconcertante ruido, hizo pensar a los santafereños que se trataba de una manifestación demoníaca y que se aproximaba el fin de los tiempos, aunque los científicos identificaron el olor con el paso de un meteroide (pequeño asteroide) muy cerca del suelo de la capital virreinal, como lo analizaron científicamente en la revista de la Academia de Ciencias Físicas, exactas y Naturales los astrónomos Freddy Moreno y José Gregorio Portilla
Incluso, según lo narraron los cronistas Juan Rivero y Joseph Cassani, que no presenciaron el evento, el apocalíptico ruido tuvo una intensidad y duración tal que originó una situación de pánico colectivo en los habitantes de toda la ciudad. Sin conocer su causa u origen, muchos habitantes salieron desnudos o en ropas ligeras y corrieron sin dirección. Otros no encontraron más recurso que forzar las entradas a las iglesias y encomendarse a los santos de su devoción.
Posdata: Se ha presentado un debate académico interesante y es que para el caso de los docentes universitarios de universidades públicas, la ley 344 de 1996 estableció que éstos pueden ocupar sus cargos hasta por diez años más de la edad que se establezca de retiro forzoso, que siendo ahora 70, podrían alargar hasta los 80.
Sin embargo, en el caso de las universidades privadas, rigen el Código Sustantivo del trabajo y el régimen general de Seguridad Social, que en este momento indica que la jubilación es a la edad de 62 los hombres y 57 las mujeres. El que los profesores de instituciones privadas, bajo condiciones especiales, permanezcan más allá de esa edad, es voluntad del empleador. Lo que pasa es que el rector de la Universidad Nacional de Colombia el pasado 13 de enero en “El Espectador” hizo una interpretación no oficial de la ley 1821, que ha generado confusión en diferentes ámbitos, pero que reconoce el valor del docente ponderado, que ha creado escuela de su área con su pensamiento y ejemplo. Parece que los tiempos del ruido han vuelto.
hernanolano@gmail.com