Sabemos de sobra que durante los últimos días del año es usual hacer balance personal, en especial cuando se trata de un año tan peculiar como fue el 2020. A veces no sacamos nada en limpio porque el ruido exterior predomina sobre la paz interior, y lo que queda son las secuelas del licor y las viandas consumidas en las celebraciones que, pese a que esta vez fueron bastante limitadas de todas maneras se hicieron para enterrar el año del covid-19 que queda como congelado en el pasado. Sin embargo, el año nuevo no trae una vida nueva. Tenemos, eso sí, la esperanza de la vacunación que permitirá que el 2021 sea el del comienzo del fin de la pandemia. Así pues, más que vida nueva como dice la canción, lo que tendremos es una lucha renovada para que nuestra vida sea mejor.
“La vida nos es dada y nos es dada vacía. Hay que llenarla” (Ortega y Gasset). No importa que según la dosis de optimismo o pesimismo que manejemos en el balance que hacemos, la encontremos medio llena o medio vacía. Como en el deporte, lo que más importa, es competir airosamente y con empeño, luchar. Recordemos aquí con Unamuno: “¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar!, ¡luchar!... ¡adelante!, ¡adelante siempre!”
El futuro, hasta cierto punto, está solo en nuestras propias manos y en las de Dios. De cada quien depende asimilar, o no, los mensajes que dejó el 2020 como el mejoramiento de la calidad de nuestras relaciones con los más cercanos empezando por la familia pese al distanciamiento físico, o el redescubrimiento del gozo interno que se experimenta al vivir practicando la solidaridad. De cualquier manera, no importa que nos pase como a Don Quijote, que, al final de sus días, confiesa: “Los santos pelearon a lo divino y yo soy pecador y peleo a lo humano. Ellos conquistaron el cielo a fuerza de su brazo, y yo hasta ahora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos”. Lo dice el hombre del que Sancho afirma “que viene vencedor de sí mismo”, aunque estuviera desengañado de sí.
De todos modos siempre será mejor pensar más en lo que hemos hecho bien, que en lo que hemos hecho mal. De esta manera podemos apalancar mejor el futuro. Es posible que la cuenta de pérdidas y ganancias nos sea desfavorable, pero podemos invertir la tendencia únicamente a fuerza de lucha, de esfuerzo perseverante, con ilusión.
En fin, no viene nada mal meditar con calma en algún cambio que nos lleve no tanto a promesas o formulaciones teóricas, sino a una efectiva transformación de la conducta a base de comportamientos específicos y concretos, de pasos que sumados nos permitan avanzar. No nos dejemos llevar por instantes de relumbrón que representan el cambio de calendario, pues lo que de verdad importa es bucear dentro de nosotros para encontrar razones de ser, lo esencial, lo fundamental que, con frecuencia, dejamos pasar inadvertido.