Éste 30 de noviembre de 2016, el doctor Antonio Cacua Prada recibe en la Academia Colombiana de Historia el reconocimiento como Miembro Benemérito de esa Institución, el máximo honor que puede recibir un cultor de la historia, título que entre otros pocos, sólo se le ha concedido a Ramón C. Correa, Germán Arciniegas y Alberto Lleras.
Paralelo a este acontecimiento y próximo a cumplir en febrero 11 sus primeros 85 años de vida, Cacua Prada publica su obra “¿Por quiénes doblaron las campanas?, que conmemora también los 85 años de la iniciación de la violencia partidista en Colombia en el siglo XX cuando el lunes 29 de diciembre de 1930 debido al cambio de partido en el Gobierno, cesó el oasis de paz e irrumpió la cimitarra mortecina en las vegas del río Chicamocha, más exactamente en el municipio de San Bartolomé de Capitanejo, Provincia de García Rovira en Santander, cuando los campesinos conservadores hacían fila para inscribir su cédula en frente de la registraduría municipal.
Ese episodio memoria histórica, desconocida en gran parte, no obstante ser fundamental su estudio para podernos preparar luego del acuerdo, al posacuerdo y ojalá cerca, al posconflicto. El título del libro recuerda ese sobrecogedor sonido pueblerino, que anunciaba el trágico fin de algunas personas que por defender sus convicciones políticas partidistas, únicamente tenían como homenaje el tañer de las campanas y su inclusión en el calendario fúnebre de cada pueblo.
Los incendios en las veredas, la ruina de los pueblos, el asesinato de presbíteros y otra serie de episodios, son traídos con detalle por Antonio Cacua Prada, quien para el texto se basa en una serie de publicaciones que como legado le entregó su progenitor en 1979: El folleto “Crónicas de Guaca”, así como los periódicos “El Escolar”, “Fe y Razón” y “Lucha y defensa”, éste último, un semanario político y de variedades dirigido por Tiburcio Jerez, quien resaltaba en la primera página de la edición # 1 del 13 de diciembre de 1930 la siguiente frase combativa: “No es la persecución ni el atropello lo que hace grande a un pueblo ni estable a un gobierno”, combinando frases sobre la indomable bizarría de los soldados santandereanos, severos en la disciplina y defensores denodados de sus convicciones, con una reseña sobre los últimos días del Libertador Bolívar, seguido de una sección de <Miscelánea> en la cual, entre otras se promociona una gira política de <Los Leopardos>, así como las casas en las cuales hubo robos durante las fiestas patronales.
Aún está por reconstruirse la historia del conflicto colombiano a partir de la prensa regional colombiana, para que como aparece plasmado en “Lucha y defensa”, el porvenir sea de la juventud.
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