¿Es posible pertenecer a la mafia y ser parte de la Iglesia? ¿Puede la Iglesia estrechar las manos manchadas con la sangre de las víctimas del narcotráfico? ¿Hasta dónde un "proceso de paz" no claro y avalado, con las mejores intenciones, por la Iglesia se puede convertir en operación de lavado de activos para los dineros del narcotráfico? Hay noticias que se quedan grabadas en la mente y resuenan en momentos inesperados, como si salieran del archivo y quedaran exhibidas en una carpeta sobre la mesa. Me acaba de suceder con un pronunciamiento del Papa Francisco en el 2014.
Estremecido por el macabro asesinato de un niño de 3 años y su abuelo, en un "ajuste de cuentas" de la mafia italiana, excomulgó a la "Ndrangheta", considerada la mafia más poderosa del mundo, con estas palabras: “es la adoración del mal, el desprecio del bien común. Tiene que ser combatida, alejada. Nos lo piden nuestros hijos, nuestros jóvenes. Y la Iglesia tiene que ayudar. Los mafiosos no están en comunión con Dios. Están excomulgados”. Me pregunto si esta excomunión vale también para Colombia.
No es necesario que me extienda sobre los alcances de la mafia del narcotráfico en nuestro país, ni sobre la atrocidad de los crímenes que han cometido. Ya no se llaman cartel de Cali y cartel de Medellín, sino que mutaron bajo los nombres "políticamente correctos" de grupos que nacieron como insurgentes. Hoy se pasean por el escenario nacional. Ya no como delincuentes, sino como interlocutores de primer nivel, amparados por las trampas del lenguaje que los ha terminado "legitimando" para continuar con el negocio. Desapareció la línea entre el bien y el mal.
¿Quién no quiere la paz? Es absurdo creer que se quiere la guerra. Hay mucho cansancio y sed de reconciliación real, pero ¿se deben entregar los principios y hasta los valores espirituales más arraigados de la Iglesia para pagar cualquier precio? "La paz total" a la que se invita a todos los que causan terror en Colombia, corre el riesgo de convertirse en una gran operación de lavado de dineros del narcotráfico. Ojalá la comisión creada por el Papa, hace poco más de un año, para estudiar la manera de excomulgar a los mafiosos, distinga la delgada línea y no caiga en el juego de "justificarlos" en estas tierras donde han ejercido tanta crueldad y excomulgarlos allá, en Italia.
"¿Qué es más venenoso para el ser humano la cocaína, el carbón o el petróleo?" preguntó el presidente Petro en la ONU. Palabras que no han acabado de ser asimiladas por el mundo en su total significación. En Colombia no se trata tan solo de la búsqueda de energías limpias, sino de vigilar que no se termine lavando la sangre derramada como consecuencia del negocio del narcotráfico y también la imagen de quienes han sembrado terror en nuestros campos y ciudades.
Aquí también queremos que se condene "la adoración del mal" y no que se le asimile a trasnochados conceptos ideológicos de izquierda para justificar lo injustificable en esta parte del mundo. Misericordia sí, para quienes expresen arrepentimiento, digan la verdad y reparen realmente a las víctimas, pero no sumisión ante el negocio. No más patentes de corso para quienes quieren convertir el dinero de la mafia en factor de poder y control político.