MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Febrero de 2013

La paz es posible

Dice  el expresidente Belisario Betancur, en su entrevista publicada en la revista Semana con motivo de la celebración de sus 90 años, que está convencido de que la paz entre el Gobierno y las Farc se firmará: “Creo que no hay nada más importante para este país y que va a suceder”.

El expresidente habla con la sabiduría que le dan sus años. Cree en algo que todo colombiano añora, la llegada de la paz después de más de medio siglo de violencia y guerra. Para él, testigo presencial desde niño de la violencia partidista y de las guerras vividas por Colombia en las últimas décadas, la del narcotráfico, los carteles, las diferentes guerrillas y el paramilitarismo, sería absurdo no darles una oportunidad a las conversaciones de paz que se llevan a cabo en Cuba.

Creo que el expresidente Betancur tiene razón. Debemos creer en la posibilidad de lograr un acuerdo de paz en un tiempo cercano, quizá durante este Gobierno. También creo que depende de todos, óigase bien, todos, la sociedad civil, la Iglesia, los partidos, la comunidad internacional, usted y yo, velar porque las negociaciones lleven a una paz justa que engrandezca al país y no a una  que más adelante nos avergüence o nos hunda en otras guerras, u otros odios.

Es así como doy la bienvenida a lo dicho por el procurador Alejandro Ordóñez, quien afirma que los guerrilleros que hayan sido condenados por crímenes de lesa humanidad, o crímenes de guerra, no podrán participar en política. Este concepto del Procurador debe ser uno de los pilares inamovibles de las negociaciones en La Habana.

Como la mayoría de los colombianos, les deseo sabiduría, paciencia y suerte a los negociadores, pero le tengo una inmensa desconfianza en las intenciones de las Farc. Lo ocurrido durante las negociaciones con el Gobierno del expresidente Andrés Pastrana, cuando se les concedió tanto y cuando todo el país confió en ellas, para luego sentirnos traicionados por unas Farc que no querían sino tiempo para fortalecerse, nos enseñó a desconfiar de sus intenciones.

Esto fue bueno porque hoy somos un pueblo más maduro y no tragamos entero.  Sabemos de las patrañas y las mentiras de las Farc. Ya nos han engañado muchas veces. Sabemos de su increíble capacidad camaleónica y estamos con los ojos bien abiertos. Lo ocurrido en aquellas negociaciones con el Gobierno de Pastrana las desenmascaró, no solo ante los colombianos, sino ante la comunidad internacional. Hoy está claro que las Farc son narcoguerrillas enriquecidas, entre otras cosas, por la explotación de tierras robadas a los campesinos. 

Es debido a la mano dura del Gobierno de Álvaro Uribe que hoy Santos puede sentarse a negociar con unas Farc debilitadas. Es un acierto lo dicho por Betancur sobre el enfrentamiento entre Santos y Uribe: “opino que le hace daño a cada uno de ellos, al país y a  América Latina”. Esto dos hombres unidos pueden hacer mucho por la paz, enfrentados la derrotan.