María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 14 de Octubre de 2015
 
“Éstos han surgido del mismo proceso”
 
HILANDO FINO
Los verdaderos enemigos de la paz
 
 
Pocas personas han causado más animadversión contra el proceso de paz que el fiscal Luis Eduardo Montealegre y Timochenko, jefe supremo de los 
narco-guerrilleros de las Farc. 
 
 
El proceso de La Habana sufre de temblores y derrumbes cada que el 
Fiscal o el “supremo” de las Farc hacen declaraciones. Estos dos 
personajes, por sí solos, pueden enterrar fácilmente el esfuerzo de los 
tres años de negociaciones que han transcurrido. 
 
 
Es fácil ver cómo, cuando uno de estos dos personajes habla el proceso se 
resiente. Lo vimos recientemente cuando sin conocer el texto firmado 
sobre la jurisdicción especial para la paz, el 23 de septiembre, 
Montealegre, salió a deslumbrar al país con su interpretación sobre los 
posibles alcances de dicho acuerdo, como el posible enjuiciamiento a 
expresidentes de la nación (mencionando específicamente a Álvaro Uribe) 
por sus actuaciones, antes y después de ser Presidente. 
 
 
Esto causó “mala sangre” entre la mayoría del pueblo colombiano que 
ven con gran preocupación cómo los narcoguerrilleros, si confiesan la 
verdad, obtendrán “libertad restringida”, o sea, una simple palmadita en 
la mano, aun si son culpables de crímenes atroces, mientras el 
expresidente Uribe, y su equipo de gobierno, serán enjuiciados por 
crímenes amañados por sus máximos enemigos, la misma narco-guerrilla a la que combatieron ahincadamente en defensa de la democracia y sus 
instituciones.  
 
 
Y qué decir de la insensatez de Timochenko cuando inflado como un sapo 
antes de croar declara; que no se arrepiente de nada de lo que hecho. ¡Y 
pensar que este es uno de los sapos que nos tendremos que tragar para 
obtener la paz! Pero así será. Aunque la indigestión que nos cause lleve a 
la muerte de nuestra democracia. 
 
 
Pero, Timochenko y Montealegre, no son los únicos enemigos de la paz. El 
secretismo del Gobierno también ha jugado un papel importante en la 
poca credibilidad del proceso y el rechazo expresado por la mayoría de 
los colombianos. ¿Con qué derecho pretende el Gobierno mantener a los colombianos a oscuras en lo referente a lo que está ofreciendo y concediendo a los asesinos, narcotraficantes, secuestradores, violadores, de las Farc para 
que terminen su guerra? ¿Es acaso que los colombianos no tenemos 
derecho a saber algo que determinará el futuro de nuestra nación? ¿Es 
que lo que se negocia es tan turbio que se debe mantener oculto o 
camuflado hasta el último momento? 
 
 
Colombia es una democracia donde los representantes del pueblo, electos 
por su voto, inclusive el Presidente, deben dar razón y explicación de sus 
actos y deben actuar de acuerdo con el mandato del pueblo. 
 
 
Quizá este secretismo se debe a que lo que se negocia en La Habana, 
como muchos sospechamos, no cumple con lo expresado por la mayoría 
de los colombianos que apoyan unas negociaciones sin impunidad, donde 
los cabecillas de las Farc reconozcan sus crímenes y pidan perdón a las 
víctimas y al país, donde haya garantía de no repetición, entrega de 
armas y promesa de respetar la democracia y sus instituciones. 
 
 
Está claro, los verdaderos enemigos de la paz han surgido del mismo 
proceso. Pero quizá, si se logra acallar el revanchismo y el odio de 
Montealegre y Timochenko, y si se corre el velo de secretos y artimañas 
desplegado por el Gobierno, los colombianos finalmente apoyemos el proceso de paz.