MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Jueves, 12 de Abril de 2012

Una verdadera resurrección

 

En  esta semana de Pascua y Resurrección quiero de todo corazón darles la bienvenida a los militares y policías liberados después de años de secuestro. Su liberación es una verdadera resurrección.

Mil veces bienvenidos José Libardo Forero, Luis Alfredo Moreno Chagüeza, Wilson Rojas Medina, Luis Alfonso Beltrán Franco, Luis Arturo Arcia, Robinson Salcedo Guarín, Jorge Trujillo Solarte, Carlos José Duarte, César Augusto Lasso Monsalve y Jorge Humberto Romero. Para ustedes, después de años de cautiverio inmerecido, la libertad, el rencuentro con sus familias, el sentirse como seres humanos una vez más y no como animales enjaulados, tiene que ser una gloriosa resurrección.

Para los colombianos, ver a estos valerosos hombres libres es más que un regalo de Pascua; es un esperado milagro. Los esperábamos desde el primer día en que se los llevaron y, créanme, nunca los dejamos de esperar.

Cada colombiano, a su manera, siempre los tuvo presentes. En las mañanas cuando oíamos, y con el corazón acompañábamos a sus familiares enviándoles mensajes por la radio. En nuestras oraciones, en las marchas, en las palabras habladas y escritas exigiendo, su liberación.

Hoy reclamamos a los secuestrados que aún quedan en la selva. Esos que no tiene protagonismo. Todos los que faltan por entregar. Los que fueron secuestrados sólo por motivos económicos. Para ser canjeados por dinero para alimentar las arcas de las Farc.

Los queremos a todos de regreso, a los vivos y a los muertos. ¿Dónde están? ¿Cuántos son? Queremos respuestas. Los deseamos presentes entre nosotros, en brazos de sus familias.

Qué triste tener que preguntar esto ¿cuántos han muerto? ¿Dónde están sus restos?

Colombia no puede perdonar, ni olvidar, ni comenzar una verdadera negociación de paz, hasta que todos hayan sido devueltos. Así sean sólo sus huesos.

Pero, hay que reconocer que las liberaciones del 2 de abril son un paso grande hacia el comienzo de un consenso entre las partes, hacia la paz. Que, tal vez, ahora sí exista una real intención de las Farc de entregar las armas. El Gobierno debe ser el primero en explorar cautelosamente esta posibilidad.

Quizá las Farc hayan entrado en razón y hayan comprendido que el cambio social, que alegan es su motor, hoy ya no se logra con las armas, como se pretendía hace décadas. Hoy las revoluciones sociales se logran con votos, desde la democracia.

Quizá, las Farc ya no estén tan embelesadas con las riquezas que les ha producido el narcotráfico. O quizás ya no estén tan fuertes como en los años del Caguán, cuando descaradamente se burlaron de toda Colombia.

Quiero pensar que estas liberaciones son la resurrección del sueño de paz que todos los colombianos hemos tenido y nos negamos a enterrar, aun, a pesar de los anteriores intentos fracasados.

Lastimosamente, las recientes declaraciones del guerrillero Iván Márquez opacan un poco las esperanzas, pues están cargadas de la misma retórica anticuada, prepotente y guerrerista de siempre.