La mayor de todas las energías del mundo, son las ideas. “Las ideas fuerzas” de que habló Fouille. En realidad, los hechos no son sino el rastro que dejan las ideas, al pasar por los espíritus de los humanistas dinámicos. A veces se asocia la idea de “Academia” con la idea de “Museo”. Y si se analiza esto con profundidad, se encuentra que hay algo de razón, pues solo lo valioso, lo consagrado, accede a esos importantes recintos.
Antes las grandes inquietudes salían de las universidades. Hoy no. Las investigaciones científicas, el trabajo riguroso y creador se concentra en las academias. Una academia, es en relación con un país lo mismo que el cerebro en relación con el cuerpo humano. Su parte más trascendental y luminosa. Si la ciencia genera conocimiento, la filosofía conduce a la sabiduría.
La ciencia tiene que ser en sus orígenes patrimonio de todos; fundamentalmente democrática. Pero sobre la base democrática se ha de elevar enseguida la pirámide de la selección, terminada en punta, en genuina aristocracia del saber. Las verdades, al menos las más trascendentales, no han nacido nunca del caos de una muchedumbre, sino de la más exigente espuma espiritual. El hombre de estudio, el gran investigador, ha de tener como estímulo supremo, el elevarse de esa muchedumbre y alcanzar una categoría, sin privilegios especiales ni hereditarios, pero de estricta preeminencia -como la espuma- sobre el mar de sus contemporáneos.
Fue un acierto del conocido historiador Antonio Cacua Prada haber presentado a la humanista María Clara Ospina como socia de la prestigiosa Academia Colombiana de la Lengua, una de las instituciones mejor reputada en América Hispana. Justamente en estos días fue escogido como presidente de la docta corporación el académico Eduardo Durán, quien venía desempeñándose como vicepresidente.
La más calificada critica reconoce a María Clara Ospina como una poeta excepcional. La Universidad Externado de Colombia le ha publicado varios libros, difundiendo su inspirada y valiosa poesía. Además, es una espléndida ensayista. Su prosa es densa, impecable y de un admirable vigor. Esta dama tiene especial significación como digna representante de la mujer en esta institución. Ha sido y seguirá siendo una eficaz defensora de la tradición. Para esta intelectual el hoy es hijo del ayer y parte del mañana. Hay que evolucionar dentro de la permanencia. Sin la tradición la vida no sería más que una sucesión de instantes, sin una fuerza moral que actúe como indispensable hilo conductor… En el pasado están las tumbas de los que mecieron nuestras cunas. Estamos unidos al pasado por lo que precede y por todo lo que sigue; por lo hecho y por todo lo que haremos, por el pasado y por el porvenir.
Eduardo Durán no sólo mantendrá el gran protagonismo que siempre ha tenido la Academia, sino que le dará positivo impulso. Este académico por donde pasa deja profundas huellas. Es un poderoso amigo del progreso. Todos deseamos que tenga el mejor de los éxitos.