MARTA LUCÍA RAMÍREZ | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Octubre de 2011

A propósito de lo que necesitamos de cara al libre comercio

Desde  hace varios años empezamos un proceso de integración a la economía y los mercados globales como apuesta para el desarrollo de Colombia. En ese sentido se han dado a través de diversas administraciones, diferentes estrategias encaminadas a penetrar los mercados internacionales y a la par del TLC con EE.UU., el de la Unión Europea; el de EFTA, el triangulo Norte; se adelantaron diferentes negociaciones comerciales.
A pesar de que el proceso no es nuevo y se ha venido dando progresivamente, todavía hay gran desconocimiento acerca de lo que pueden significar estos acuerdos económicos. Para nadie es un secreto que tenemos sectores débiles, poco competitivos y rezagados, pero esto no puede constituirse en excusa para no adelantar políticas sectoriales necesarias para el desarrollo y la transformación productiva nacional, teniendo en cuenta que necesitamos más Estado del que aceptaban nuestros macroeconomistas y neoliberales de siempre, recién se hizo la apertura y que también requerimos más mercados, para lograr las economías de escala y la masa crítica que nos permitan impulsar empresas nacionales con vocación transnacional.
Vemos con admiración a aquella parte del empresariado del país que de cara al libre comercio decidió tecnificarse; salir a explorar posibilidades en el exterior; tratar de hacer de su actividad una de clase mundial.
Hubo otros que decidieron pasar de agache, bajo el paraguas del proteccionismo, gabelas y subsidios, pensando que la apertura al mercado internacional nunca llegaría. Tristemente para nuestra realidad económica, social y del empleo, este último grupo va a ser el más golpeado por los nuevos competidores que van a entrar al mercado.
A pesar de los diversos programas que se han adelantado desde cada administración para diversificar y duplicar exportaciones; para la transformación productiva y generar algunos pocos sectores de clase mundial o lograr una nivelación competitiva, se requiere un plan más audaz que identifique productos y empresas que tengan un potencial o ventajas comparativas y nos dediquemos a volverlas verdaderamente competitivas.
Para ello necesitamos una política proactiva de desarrollo productivo, con visión sectorial de mediano y largo plazo, que permita intervenciones prudentes y excepcionales del Estado en la producción y el mercado, ante las fallas evidentes de este último.
Requerimos de un nuevo impulso a las manufacturas, evitando un intervencionismo estatal mal entendido que en el pasado muchas veces defendió la transferencia injustificada de rentas de la sociedad y de los consumidores, hacia industrias ineficientes. Debemos, pues, aprovechar el interés en Colombia por inversionistas nacionales y extranjeros, para atraer mayores volúmenes de inversión no sólo hacia sectores no transables como sucede en la actualidad gracias a nuestra fortaleza minero-energética, sino hacia sectores estratégicos relacionados con los recursos naturales , la minería y los hidrocarburos y con gran potencial de generar agregado nacional, exportaciones y empleos en ramas industriales que atraigan innovación y conocimiento del mercado internacional.
No se trata entonces de renegar de nuestra fortaleza minero-energética, sino por el contrario, de lograr el óptimo aprovechamiento de ella y de nuestros recursos naturales, así como de recuperar la capacidad de coordinación del Estado para impulsar a todo el sistema productivo y al desarrollo de las diferentes regiones.
Vamos por más enfrentando el desafío que nos imponen los mercados globales y la nueva realidad económica. Abogamos por políticas efectivas que además de un buen manejo macro y un desarrollo ambicioso de la infraestructura, apoyen a la preparación de un empresariado más moderno, innovador y competitivo que aporte buena parte del recorrido que hay que hacer para convertir a Colombia en ese país desarrollado y en paz que queremos para las nuevas generaciones.