“Aislamiento nos enseñó que lo importante es la vida”
En la columna anterior se habló del cambio en la jerarquía de valores socio-políticos que se empezaba a gestar, por los efectos sociales emanados de la pandemia del Covid-19. Dicha transformación consiste en que el individualismo y su hermano el utilitarismo -expresiones del materialismo práctico-, ya empezaron a ser desplazados, al menos en Latinoamérica, por valores sociales como el bien común y el comunitarismo, que en realidad no era que no estuvieran vigentes entre nuestros rasgos culturales, sino que han estado semienterrados por aquellos importados de la cultura liberal occidental.
Ahora bien, en la misma dirección observemos en esta columna cómo otro valor social, proveniente de la misma raíz, también empieza a ser desplazado por fuerza de las circunstancias. Se trata del naturalismo hedonista (o hedonismo) y su hermano el consumismo.
Desde hace poco más de dos siglos, el naturalismo hedonista se entronizó en la cultura occidental como el camino más efectivo para alcanzar la felicidad, la cual consistiría en poseer, acumular y disfrutar bienes materiales. Subyacente a esta concepción de la “vida feliz” estuvo el argumento de que en el hombre siempre está actuando un instinto de apropiación natural, siendo por esto el interés individual el motor de la sociedad. Lo cierto es que en la medida en que el capitalismo fue creciendo, el hedonismo devino en el consumismo, esa cierta compulsión por las adquisiciones y compras de bienes materiales no necesarios ni mucho menos esenciales para vivir una vida digna.
El punto a destacar es que, durante el aislamiento social o cuarentena, cuando se han hecho más evidentes las inequidades materiales que conforman un obsceno impedimento para que muchos colombianos lleven una vida digna, estamos recibiendo casi que a gritos el inequívoco mensaje de que lo importante en la vida no es el afán de acumular bienes materiales, sino la vida misma. Además, estamos recibiendo un fuerte llamado a instaurar ¡por fin! la justicia social para vivir en una sociedad en la que la dignidad humana no sean dos palabras huecas.
Al mismo tiempo estamos coligiendo que el propósito de la vida debe ser enriquecerse mucho más en humanidad que en lo material, es decir crecer más en el ser que en el tener. De lo contrario la vida continuaría siendo una carrera hacia el vacío, en el que, además, la naturaleza seguiría conociendo una explotación ilimitada, con sus equilibrios fundamentales desarticulados cuando no destruidos. En fin, con la pandemia se está configurando un ambiente en el que el valor socio-político de la austeridad se va a colocar muy por encima del hedonismo y el consumismo.
A lo largo de la historia se han padecido varias epidemias que en ocasiones dejaron huellas profundas en el devenir humano. Solo queda esperar y propender porque la experiencia del Covid-19 nos permita rescatar más sabiduría que conocimiento, para aproximarnos a la comprensión del misterio de la vida, aquel que durante tantos años de individualismo, utilitarismo, hedonismo y consumismo se nos volvió profundamente oscuro.