Más Núñez y menos improvisación constitucional | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Diciembre de 2018

La historia enseña que, generalmente, los grandes cambios se producen después de las guerras civiles o del agotamiento de un periodo de la historia ligado a un modelo político.

El general Tomás Cipriano de Mosquera, antiguo bolivariano y conservador ultramontano, convertido a la ideológica radical, al federalismo y entusiasta librecambista, al ganar la guerra que desata desde en el Cauca contra el gobierno de Ospina, convoca a demoler las columnas debilitadas del orden conservador en la Convención de Rionegro. Puesto que Mariano Ospina Rodríguez, cuando el guardián del manicomio se contagió de locura, comienza la demolición al pactar la Confederación Granadina del 58 con el mismo Mosquera, teniendo mayoría conservadora en el Congreso. Ospina se arrepiente y decide jugársela por el orden y meter en cintura al Estado de Santander, por lo que Mosquera se levanta en el Cauca. Al final, Ospina queda prisionero de Mosquera y por milagro se salva de ser fusilado junto con su hermano Pastor y el canónigo Antonio José de Sucre, quien desde la dirección de El Catolicismo proclama la presidencia de facto de Don Julio Arboleda.

El legendario poeta y caudillo vende unas tierras en Estados Unidos para financiar la guerra por la legitimidad conservadora. La feroz contienda entre el general Mosquera y su sobrino Arboleda, lleva a que éste proclame la guerra a muerte contra los radicales en armas. Entre sus hazañas se destaca la defensa de nuestro territorio en la frontera sur y la derrota militar del presidente del Ecuador Gabriel García Moreno. El infame asesinato de Arboleda se paga en morrocotas.

El triunfo militar de Mosquera y los radicales conduce a la Convención de Rionegro, donde no tienen cabida los conservadores, para establecer un sistema de gobierno -federal y disolvente- propio de ángeles; pena máxima de prisión de 10 años, más un mandato presidencial de dos años, que hacía del gobernante una figura decorativa, se debilita el Estado en grado sumo y favorece a los más ricos del bando radical, quienes engordan sus alforjas con el negocio de los bienes de manos muertas y arruinan a la Iglesia Católica. La utopía radical de la época anarquiza el país, se cuentan más de 20 guerras locales, signado el caos galopante por el derrumbe económico provocado por el libre cambio, que deja a los artesanos en la miseria, mientras unos pocos especuladores influyentes manejan la banca y los grandes contratos con Londres. El país deriva en la ingobernabilidad, la guerra, la frustración nacional y una cierta amargura colectiva.

El estadista Rafael Núñez, levanta la bandera del orden, de la unidad nacional y decide que en un país empobrecido el Estado debe contribuir al desarrollo. Apuesta a la Regeneración de las costumbres políticas. Núñez bebe su inspiración en la historia nacional y experiencia, en los hechos políticos y económicos que padece junto con sus contemporáneos, no imita a estadistas ni modelos extranjeros, su escuela conservadora y nacionalista se fundamenta en el realismo político. Por lo tanto, crea el Banco Nacional, bajo el dogma de los $12 millones, fundamental para fortalecer el Estado y orientar la economía. Fomenta con contratos, pedidos y prestamos, la incipiente industria nacional.

El Partido Nacional de Núñez obtiene la mayoría electoral en el Congreso, puede gobernar a su antojo. Sin embargo, los radicales y sediciosos, supuestos demócratas insobornables, resuelven ir a la guerra retrograda contra la Regeneración, intentan hacer retroceder la historia y volver al federalismo, la anarquía y el personalismo exclusivista de los caciques del pasado. Son derrotados militarmente y se consolida la Regeneración.

Núñez convoca a la Asamblea de Delegatarios por una Constitución que no sea simple imitación foránea, sino un modelo surgido de nuestras necesidades socio-políticas. Colombia se convierte por el arte político del mago del Cabrero, en la democracia más respetable de nuestra región, rodeado el país de regímenes despóticos y dictadorzuelos. Núñez fortalece el Estado de Derecho, consagra una relación privilegiada con la Iglesia Católica, lo mismo que maneja con sumo tacto y audacia las relaciones con las potencias, en la defensa de nuestros intereses en Panamá.

Algunos políticos y juristas se rasgan las vestiduras y rechazan la posibilidad de hacer una reforma a fondo de la justicia, están por tímidos cambios. Es del caso recordar a Núñez, quien tuvo la virtud de pensar en grande. Álvaro Uribe y el presidente Iván Duque, coinciden en proclamar una sola Corte Suprema.  Germán Vargas tiene su proyecto. Al hundirse la reforma, podemos seguir el modelo de la Regeneración para alcanzar el cambio, posiblemente, en una Constituyente. Modernamente tenemos el ejemplo de España con el pacto negociado de la Moncloa, aquí se podría hacer algo similar si reaparece la política grande y visionaria del cambio.