MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 21 de Julio de 2014

Los partidos y el puente

 

“La dinastía democrática es un oxímoron criollo”

 

Los  partidos, los puentes entre la teoría y la práctica de gobierno, están rotos en Colombia.

La base, digamos del liberalismo, influye poco en la dirección, ahora de estirpe hereditaria y al servicio de una fracción del sector financiero dueña del diario nacional. En éste se defienden, sobre todo por omisión, determinados intereses. Que no coinciden por ejemplo con las tesis liberales de oponerse a la concentración y al monopolio. Esa tesis la retoma un congresista conservador para defendernos de Claro-Slim. Pero como el conservatismo también tiene roto el puente, pierde su relección por falta de recursos. Recursos que debieran prestar los partidos. Esa es su función. Mientras tanto al incompetente delfín se la dará, quizás, un ministerio. Vale decir el sistema dinástico sustituye al partidismo democrático. Que queda hipotecado al interés sectorial del dueño de los medios de opinión. Su opinión quiero decir. La libertad de opinión es una libertad de empresa para empresarios.

En ellos aparece como un pichón de estadista, por ejemplo, un congresista con copete revuelto y dedo parado, denunciando como espurio, el acuerdo que él mismo acaba de firmar sin haber llegado al extremo democrático de leerlo. Es su hombre.

Con la creciente urbanización y el auge de los sectores medios, esas dinastías de hijos, hijas o nietas polivalentes, se hacen insoportables. En consecuencia los partidos tradicionales perdieron a Bogotá. Y  esto, por si no lo notamos, desde hace más de una década. La dinastía democrática es un oxímoron criollo, una contradicción en el adjetivo, que dará al traste con el Estado social de derecho tal como hoy se concibe.

En la extrema derecha del espectro político existe una sola voz. No es posible militar en ese extremo sin venerar al caudillo. Ese margen de maniobra allí no existe. Es teocrática. El otro candidato debe someterse a sus decisiones sin chistar. La bancada al Congreso es suya. No fueron electos por sí. Son ecos. No le importa sino sacarse un clavo pasado, así sacrifique en el proceso el futuro de los segundos, de los etcéteras. Quien incauto o incauta, se alió con él, es una más en el coro de esa único estribillo. Se oponen a que los exguerrilleros puedan hacer política y todos a una  aceptan sin chistar incluso Everth Bustamante que pasó, sin desnucarse, del M19 al uribismo.  No se defiende el Estado Social de derecho. Se alienta a los delincuentes a no presentarse a la justicia. Que tomen las de Villadiego o Panamá. Defienden nexos con el paramilitarismo, los condecoran. Se calumnia al gobierno. Se injuria a los jueces lo que perjudica a los más honestos ex funcionarios de esa facción que merecen mayor consideración. Al no ser prófugos sufren los coletazos de la intemperancia verbal del caudillo. Esa es la medida de su colaboración. Cuando no reciben para rematar el apoyo moral del consiglieri de Pablo Escobar.

En ese grupo la voz del jefe es el puente que sustituye la tesis. Su voz es  calumnia- retractación con abogado- injuria y cambio súbito de tema. Paga a matones verbales en el twitter. Sus enemigos son el gobierno, la justicia, la fiscalía, la contraloría y últimamente la extremista iglesia católica que es un puente para la paz.